Se cumplen cien años del nacimiento de José María de Labra (A Coruña 1925-Palma de Mallorca 1994), que fue uno de nuestros más grandes creadores, un auténtico maestro que hizo del arte no sólo un medio de expresión, sino de indagación en los grandes misterios de la vida, convencido de que el arte debe ayudar a lograr la libertad de conciencia y orientarse a conocer lo real. Fue un buscador de la belleza, de la verdad y del bien, en un sentido platónico, y definió su quehacer como “Figuración simbólica”, a la que cooperan forma, fuerza y figura, considerando el cuadro como un espacio donde con-jugar armónicamente las infinitas posibilidades de estos tres aspectos; por medio de símbolos tratamos de hacer comunicables nuestras visiones del mundo. El arte –dice– es “...un arriesgado juego creador que nos exige tratar libremente con un universo que nos envuelve... con sus figuras misteriosas y al que es preciso desvelar y revelar permanentemente...”.
Buscando conciliar los opuestos llegó a formular su método de la síntesis trialéctica, en la que se sirvió del triángulo y del círculo para crear espirales logarítmicas, que crecen infinitamente hacia lo grande (macrocosmos) y hacia lo pequeño (microcosmos) Para él, los pilares del conocimiento son arte, ciencia, filosofía y religión y es preciso volver a unirlos o re-ligarlos (él entendía religión en su sentido etimológico de re-ligar, que significa volver a unir lo que está separado). La misión del arte, como la de la escritura o la música, es contribuir a estas conexiones, para contribuir a la trans-formación de nuestro quehacer como humanos, para ir a un “...encuentro más pleno y más profundo con la realidad: la gran incógnita”.
La obra de Labra está llena de resonancias pitagóricas y tiene al número como principio formal; de ahí que, a la entrada de su estudio de Mallorca, figurase aquella máxima de Pitágoras: “No pase quien pase de geometría”, lo que nos lleva de nuevo al profundo simbolismo que le permite establecer relaciones con el universo y de conocimiento. El arte para él es un conocer creando, es descubrimiento y el artista es un mediador que va a un encuentro más pleno y más profundo con la gran incógnita de la realidad; pintar es hacer preguntas, es indagar en lo real, es un juego dramático con el universo que nos rodea para desvelarlo y el cuadro es el espacio donde conjugar armónicamente las infinitas posibilidades de relación. Y para ello, Labra se sirve de símbolos que creen “campos de con-figuración” universales y que permitan establecer conexiones del hombre con el hombre y con el universo.
El cuadro, para él, no es mercancía, sino terreno de juego común, donde con-jugar armónicamente todo lo que es propio del hombre, del mundo y de las cosas. El artista diseña formas simbólicas para hacer comunicables sus visiones del mundo y, de este modo, colabora a la obra de transfiguración y de renovación del ámbito cultural por el que transita. La auténtica vocación del creador es ir a un encuentro más profundo con la gran incógnita de la realidad.