Para Ruly, el batería de la banda Sidecars, una de las refererencias del pop-rock español, no existe la fórmula del éxito. El suyo, sostiene, es fruto de la “cabezonería”, del trabajo y de no desviarse nunca del camino trazado, pero, sobre todo, de que “seguimos queriéndonos como el primer día”.
No es muy frecuente la estabilidad en el mundo de la música. La de Sidecars, ¿a qué se debe?
Es cierto que somos un poco rara avis, pero estamos mejor que nunca. Para poder durar tanto tiempo y seguir con la misma ilusión de siempre es fundamental sobre todo cuidarnos entre nosotros y cuidar lo que hacemos, seguir haciendo las cosas con las mismas ganas que el primer día. Si llevas mucho tiempo pero cada vez haces las cosas con menos ganas, al final te acabas quemando. Nosotros cada vez que nos subimos a una furgoneta estamos deseándolo. Después de 18 años, que eso te siga pasando es una muy buena señal.
¿Hasta que punto es importante aparcar los egos?
Para poder gestionar un grupo tan grande de gente en gira, lo mejor que puedes hacer es perfil bajo y evitar las salidas de tono porque no hay que olvidarse de que somos obreros de la música y nadie es más que nadie. Para que algo que mueve tanta gente salga bien, cada pieza, grande o pequeña, es básica. Lo importante son las canciones y poder seguir girando después de tantos años.
Hay grupos que con el paso del tiempo acaban prefiriendo el trabajo en estudio sobre el directo. ¿Ustedes?
Más allá de lo que prefieras o no, al final es a lo que estás acostumbrado. Llevamos 18 años, pero antes tuvimos otra banda, así que en realidad nos conocemos desde hace mucho tiempo, y la realidad de todos estos años es que apenas hemos entrado al estudio diez u once veces entre maquetas, discos, etc. Lo que más hacemos, todas las semanas y muchas veces al año, es tocar. Y es lo que más nos divierte. Pasar por el estudio para poder plasmar las canciones es también una excusa para poder salir luego y girar, que es lo único que sabemos hacer. Subirse al escenario es una experiencia increíble. Da igual que haya 10, 100 o 1.000 personas.
¿Cuál cree que es la clave de su éxito?
No hay fórmula del éxito. Nosotros somos muy cabezones, llevamos haciendo lo mismo muchos años, seguimos haciendo lo que hemos querido hacer desde el minuto uno y, al llevar tanto tiempo, se sube más gente a este “sidecar”. Es muy importante no desmotivarse y seguir picando piedra. No hay que olvidarse de que si nos subimos a los escenarios es porque hay gente que nos va a ver. Cuidar al público tanto como si vienen 10 personas a verte como si son 9.000. Es básico en la carrera de cualquier artista, y en nuestro caso funciona, más allá de que nos seguimos queriendo y llevando bien como el primer día.
La industria musical se ha transformado en las dos últimas décadas. ¿Cuál es para usted el cambio más profundo?
¡Ufff! Cuando empezamos, el cambio había sido el paso del casette al CD y pasar del CD a poder escuchar en cualquier momento en tu móvil cualquier canción que se te ocurra me parecería hace 25 años ciencia ficción, cuando ahora mismo es no sólo el pan nuestro de cada día, sino también en lo que se basa gran parte del sector y del negocio. Es un cambio bastante “heavy” al que nos hemos tenido que ir acostumbrando. Lo mismo que a las redes sociales: tardamos un montón en arrancar y ahora lo tenemos como una herramienta más, pero cuando salió éramos unos negados de mucho cuidado. Lo que no ha cambiado es que hay que seguir dando conciertos. Hace 30 años se vendían discos, pero nosotros cuando empezamos prácticamente no se vendían y ahora, menos todavía. La base de todo sigue siendo salir a girar y eso no ha cambiado ni cambiará por muchas inteligencias artificiales que haya.
Esta gira es de aforos más pequeños. ¿Qué tiene de especial este formato?
Lo empezamos a hacer cuando sacamos “Contra las cuerdas”, que era el disco en acústico. Iba a ser una gira muy pequeñita y acabaron siendo 60 actuaciones. Desde ese momento le cogimos mucho cariño al formato y viendo cómo reacciona la gente siempre hemos intentado mantener una parte de la gira para teatros. Por un lado es un desafío para la banda porque cuando te pones a tocar en un teatro se te ven las “vergüenzas”, tienes que cuidar todo al milímetro, cambiar las intensidades. En los teatros se genera una magia muy guay, las reacciones, las emociones... Es un formato que no queremos perder y que queremos seguir haciendo gira tras gira porque lo disfrutamos muchísimo.