No es habitual que uno se fije en las alcantarillas, y menos aún que lea el texto que las acompaña. Sin embargo, hace solo unos días que una de las trabajadoras del centro de salud de Caranza se sorprendía al ver que uno de los sumideros situados en las inmediaciones del espacio médico hacía alusión al “Ferrol del Caudillo”.
Comentando el caso con usuarios y vecinos del lugar, pocos o casi nadie se había percatado de la presencia de estos elementos en el barrio e incluso algunos pensaban que podía ser una broma de alguien que las había puesto ahí recientemente, llegando algunos a asegurar que eran nuevas y que no estaban antes ahí. Pero no son una ni dos, ni llevan ahí unas semanas, sino más de 50 años, 53 para ser más exactos, pues en su mayoría son registros que no fueron sustituidos nunca y perviven con el paso de los años, desafiando a la Ley de Memoria Histórica y al discurrir del tiempo por igual.
Tampoco conocían la presencia de estas alcantarillas de la época preconstitucional en la Asociación de Vecinos del barrio. Mapi Rodríguez, la presidenta de la entidad, aseguraba que “yo solo me fijo en que estén bien cerradas. Nunca me he parado a leer lo que ponen”.
Asimismo, aseguraba al respecto que “desconocía la existencia de estas alcantarillas, primera noticia que tengo”. También mostraba su preocupación por este hecho. “A ver si vamos a tener el barrio lleno y nosotros sin darnos cuenta”, lamentaba tras se informada al respecto.
Tras esa conversación con Diario de Ferrol, la responsable de la entidad vecinal comprobaba que precisamente en algunas fotos que tenía en su poder, y que acostumbra a realizar de forma habitual tras captar alguna incidencia en la zona, se encontró con las tapas de alcantarillado de la discordia. "Efectivamente, comprobando una de las fotos que hice hace unos días a un agujero que apreció en el parque canino del barrio, he podido comprobar que justo al lado se ve una de esas alcantarillas, así que debe de haber muchas más por el lugar”, subrayaba resignada Rodríguez.
Dicho lo cual, en las inmediaciones del centro de salud del barrio se hallan varias de estas tapas, unas alusivas al “Polígono de Caranza El Ferrol del Caudillo-Ministerio de la Vivienda” y otras que se refieren al “Ministerio de la Vivienda-Polígono de Caranza”. El número exacto de estas tapas de sumideros que siguen presentes en el barrio no se tiene claro, dado que lo que parecía una mera casualidad que se daba en el entorno del centro médico, ha resultado afectar a numerosos puntos del barrio, con presencia de estas también en otras calles como Papa V o Lepanto, entre otras.
Resulta sorprendente que tantos años después las alcantarillas de un barrio tan populoso como el de Caranza presenten numerosos vestigios de la época preconstitucional en sus calles, pero más sorprendente fue todavía el hecho que aconteció hace un par de años, en 2023, en Ares, y del que se dio cuenta en este periódico. Un vecino de la localidad alertaba entonces, extrañado, de que varias de las alcantarillas de la villa marinera vulneraban la Ley de Memoria Histórica, al tratarse de tapas alusivas al caudillo. Si eso resultó llamativo, todavía lo fue más el hecho de que se trataba de las mismas alcantarillas que hoy sabemos que abundan por el barrio de Caranza. De hecho, una de ellas rezaba: “Polígono de Caranza el Ferrol del Caudillo-Ministerio de Vivienda”, la misma que se repite en varios puntos del entorno caranceiro. En la otra se podía leer: “Saneamiento El Ferrol del C.”.
Lo cierto es que en este caso, tan pronto como el Ayuntamiento aresano tuvo conocimiento del mismo, mandó retirarlas. Julio Iglesias Redondo explicaba entonces que desconocía su existencia, como acontece ahora con la gran mayoría de los residentes del barrio de Caranza.
El Concello de Ferrol ya es conocedor también de este hecho, si bien se desconoce si tomará alguna determinación al respecto de estos elementos repartidos por el barrio y que contravienen lo establecido en la Ley de Memoria Histórica. Una cosa es obvia, estas tapas han logrado mantenerse en perfecto estado cincuenta años, de ahí que muchos hayan pensado que se trata de objetos colocados recientemente.
Sí que son conocedores de la existencia de estas tapas del saneamiento desde la delegación local de la Asociación Cultural Memoria Histórica Democrática. Así, Manuel Fernández Pita señaba que “son tantos los temas pendientes de tratar con el Concello que este es uno más, pero en breve lo situaremos encima de la mesa”, afirmó Fernández Pita, quien considera que “son demasiados” los vestigios que permanecen en la ciudad inalterables al paso del tiempo e incumpliendo la Ley de Memoria Histórica, si bien entiende que la erradicación de estos elementos debe acometerse con un trabajo colaborativo entre las instituciones que debieran implicarse como Ayuntamientos y Estado. Sobre el caso concreto de las alcantarillas que permanecen repartidas por Caranza, que son muchas y situadas en diferentes calles, intuye que el gobierno local alegará, como ya se hizo en alguna ocasión, que esas tapas las colocó ahí el Gobierno de España de entonces y que por lo tanto deberá ser éste quien las retire, dando cumplimiento así a la referida Ley, de ahí que apelen al “sentido común” y la “colaboración de todos”.
El nuevo barrio de Caranza fue en su día motivo de orgullo para la administración de Francisco Franco. En el año 1972, en un acto muy multitudinario, se inauguraba el parque Alonso Vega (hoy Alexandre Bóveda) y el polígono residencial de viviendas, con 4.500 en total, que darían cobijo a una población estimada de hasta 20.000 habitantes.
El NODO se hacía eco del hecho, acontecido el 28 de agosto de aquel año, situando a Ferrol en el mapa nacional de la modernidad urbanística.
Muchos recuerdan cómo tras aquella multitudinaria inauguración del parque de viviendas, en agosto de 1972, los primeros moradores –en su mayoría los desalojados de Esteiro– debieron esperar casi cinco años a que les fueran entregadas, un retraso de los organismos oficiales –que por su parte acusaban a la empresa constructora VOSA–, que muchos no querían ni podían tolerar, ya que no tenían alternativa habitacional. Por tal razón fueron ocupados nada menos que 416 pisos sociales del barrio, en lo que se conoce como la mayor ocupación de viviendas públicas acontecida hasta entonces. Unos, la mayoría, lo hicieron por necesidad. Eran momentos convulsos, los astilleros empezaban a zozobrar y el barrio vivía en primera persona los primeros efectos de la reconversión naval. El problema y ese retraso se propició tras negarse el Miniserio de Vivienda a recibir los pisos, pues presentaban una serie de deficiencias. Posteriormente, la crisis económica se llevaría por delante a esa constructora dejando los pisos vacíos durante cinco años, hasta que la necesidad obligó a muchos a tirar las puertas abajo y ocupar las residencias, que más tarde abandonarían tras alcanzar un acuerdo con la administración y reubicarlos, a muchos de ellos, en las conocidas como “modulares”.
Cabe destacar que tras aquella populosa inauguración, los servicios completos anunciados no llegarían al barrio hasta mediados de los años 80.