Héroes y miserables

En las circunstancias excepcionales es cuando los seres humanos mostramos lo mejor y lo peor de nosotros mismos. En las guerras, en los naufragios, en los incendios, en las catástrofes, se apodera de nosotros un egoísmo insuperable o un valor y una entrega que nunca hubiéramos imaginado.


España arde, las llamas devoran miles y miles de hectáreas y, de repente, un héroe, que no sabía que lo era, sacrifica su vida por salvar los caballos de un amigo, o por ayudar para que a otros no le suceda lo que le va a suceder a él: que morirá a causa del fuego. Y bomberos y agentes forestales por un sueldo que es la décima parte de lo que cobra un asesor ministerial –que ni siquiera tiene que moverse de su casa– sufren quemazos, heridas y, en ocasiones terribles, el monte convertido en inmensa brasa les arrebata la vida.
También hay gente que observa las trágicas consecuencias de este toro de fuego del verano, y hace chistes de taberna, con absoluto desprecio a la suerte de los que sufren la pérdida de sus casas, de sus campos, o la de un marido o un hijo, que contribuyó a que el fuego no se extendiera y causara más desgracias y más dolor. Y ya, en el colmo de la soberbia, cuando al chistoso de taberna se le reprende, y se le amonesta por su frivolidad, se justifica, altanero, diciendo que lo suyo es el sarcasmo y la ironía, vamos, que es una especie de Óscar Wilde del siglo XXI.


El chistoso de taberna se parece a Óscar Wilde, como el rapero de Modorro de los Infantes se parece a don Francisco de Quevedo y Villegas. Menos mal que, aparte de la indignación que produce este chistoso de taberna, de cuyo nombre no quiero acordarme, aparece el ejemplo impresionante de esos héroes anónimos, de esta gente esforzada y digna, tan modesta como generosa, cumpliendo mucho más allá de su deber.


Y ellos son los que nos proporcionan algo de luz y esperanza, mientras observamos a un Gobierno de vacaciones, comportándose como carroñeros, extrayendo de cualquier desgracia un posible provecho electoral. Pero no saben que son carroñeros: se creen pavos reales y, tras hurgar en desgracia, extienden su cola para que nos maravillemos de su esplendor. Pero son los héroes los que consiguen resplandecer, no su cola de pavo y su egoísmo carroñero. 

Héroes y miserables

Te puede interesar

Luis Del Val
Charo Zarzalejos
Luis Del Val
Charo Zarzalejos