Casi la mitad de los españoles está de vacaciones, un tercio trabaja para mantener todo en marcha y un veinte por ciento, diez millones, no puede permitirse ese lujo. También los políticos, gracias a Dios. Algunos en palacetes con piscina y todo tipo de comodidades que sufragamos los ciudadanos con nuestros impuestos. A ver si reflexionan y vuelven cambiados. Todos, salvo los que tenemos la dicha de estar en el norte de España, se quejan del calor asfixiante que, incluso, está provocando muertes. Pero algunos disfrutan del aire acondicionado, de darse un chapuzón en una piscina, en el mar o en el río, ponerse a la sombra de un árbol o tomarse un refresco, un helado, lo que sirva para mitigar el calor que, por cierto, no hay datos de que sea mucho más elevado que el de otros años o el de hace décadas, cuando todos asumíamos sin protestar que en verano, en España, hace mucho calor. Y que eso, entre otras muchas cosas, trae millones de turistas a nuestras playas.
Pero hay muchos millones que no pueden apaciguar el calor con nada. Personas que viven en viviendas sin aislamiento o en una habitación con una ventana que da a un patio angosto, gente que vive en las calles –todavía hay muchos que lo hacen en el aeropuerto de Barajas o en otros de España–, inmigrantes que no pueden pedir asilo o encontrar un trabajo porque no tienen papeles, menores que viven hacinados en centros super masificados o que llegan a nuestras costas en pateras. No es fácil el verano sin descanso, sin comida suficiente, con un calor tórrido.
Y ahí está siempre Cáritas. También en verano, también en vacaciones, echando una mano a los que la precisan. Cáritas Córdoba ha abierto su hogar de invierno para acoger a las personas sin techo ante las altas temperaturas. Cáritas Guipúzcoa ha abierto un punto de encuentro temporal para solicitantes de asilo en situación de calle. Y así cientos de acciones para atender a los que no atiende nadie, como campamentos de verano parea niños sin recursos, atendidos por miles de voluntarios. En 2024, Cáritas destinó más de 486 millones a atender a más de dos millones de personas que pudieron tener un trabajo digno, un hogar, pagar el alquiler o la luz, poder dar comida a sus hijos, asesoramiento personal y jurídico. Pero sobre todo, acogida. Cáritas es, posiblemente, la única institución que ha dado una respuesta inmediata y máxima a los damnificados por la DANA, que aún esperan la reconstrucción de sus casas, de sus comercios y de sus calles y la llegada de las ayudas económicas, responsabilidad del Gobierno central y de la Generalitat valenciana. En seis meses Cáritas sostuvo a casi 17.000 personas en un plan de acción con horizonte a tres años y baremos para ayudar más a quien más lo necesita pero sin dejar a nadie atrás.
Cáritas es el instrumento social más importante de la sociedad civil española y, sin duda, de la Iglesia Católica. Cáritas alerta del riesgo de olvidar la pobreza cronificada en un país en el que, según quien nos gobierna, la economía va muy bien. Los pobres, los vulnerables que viven junto a nosotros, diez millones de personas que sobreviven bajo el umbral de la pobreza, dos millones de ellos niños, acaban formando parte del paisaje y ya no los vemos. Hay que salir al encuentro de ellos o, por lo menos, ayudar, también en verano, a quien lo hace. A Cáritas. Dice el obispo de Almería, Antonio Gómez Cantero, que siempre se pregunta “por qué los pobres se ponen en la puerta de nuestras iglesias y no en las de los bancos, que es donde está el dinero”. Pues porque en esas iglesias está no solo la solidaridad de muchos, sino la puerta de Cáritas. Siempre abierta, siempre acogedora, siempre desafiando a la pobreza. En verano, también necesitan nuestra ayuda