MAÑANA SERÁ OTRO DÍA | “28 años después”

Cine en #Nordesía: Miguel Castro nos habla de "28 años después", de Danny Boyle.
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA | “28 años después”

Soy de la generación que vio en la adolescencia, por supuesto en el cine, Trainspotting. Año 96. El recorrido cinéfilo todavía era incipiente. Los clásicos estaban apareciendo y uno no sabía que podía encontrar en el cine relatos tan salvajes, duros, atractivos y demoledores como era ese filme. En una época en la que la música lo era todo para mí (¿acaso ahora es menos?), la intro con “Lust for life” de Iggy Pop nos llevaba a la jungla del asfalto que mi generación comenzaba a recorrer. Lo hacíamos con el mismo grito rasgado de Iggy: “Tengo ganas de vivir!”. Según avanzaba el metraje, Lou Reed nos daba un bofetón a lo más profundo del alma con su “Perfect Day” mientras el protagonista sufría una sobredosis. 


Sin duda, “Trainspotting” es una obra que trasciende a su calidad cinematográfica (buenísima, sin duda), para convertirse en un hito generacional. Se acercaba a aquella juventud del momento que no se sentía a gusto con el futuro que le habían encargado sus padres. Para rebelarse ante ello, el grupo de protagonistas de la película elegía lo peor. Daban la mano a la todavía muy presente heroína que poblaba las calles de las ciudades (Ferrol no se escapaba de ella), transformando a aquellos chavales en zombis y a muchos de ellos lanzándoles, muy antes de tiempo, a ataúdes que no les permitirían tener ganas de vivir. Así, como tantos, con “Trainspotting”, conocí a su director Danny Boyle.


Boyle nos ha llevado, a lo largo de su muy interesante carrera, a diferentes mundos. Siempre con un sello muy personal e innovador. Sabe transmitir una tensión especial en sus obras. La irregular pero llamativa La playa (2000) con Leonardo DiCaprio; Slumdog millonaire (2008), donde se le dio el reconocimiento como autor a base de premios; 127 horas (2010), relato basado en la realidad que demostraba que sabía darle pulso a una historia que parecía que solo se podría contar en papel, junto a la anteriormente citada “Trainspotting”, son seguramente sus mejores títulos junto a la obra madre de esta 28 años después.

 
Me refiero a “28 días después”, película del 2002 que, aunque hoy no se vea tan novedosa, revolucionó en su momento el subgénero de zombis (en la saga siempre se les llama infectados), otorgándoles la facultad de la extrema velocidad. En ella, Cillian Murphy se despertaba en un hospital, tras sufrir un coma, 28 días después de que un virus hubiese puesto el mundo patas arriba. La introducción de la película era un claro homenaje a la novela “El día de los trífidos” de John Wyndham y este recurso se ha utilizado en multitud de ocasiones en el cine de ciencia ficción (véase, como ejemplo, el comienzo de la serie The Walking Dead, donde Rick, el protagonista, empezaba su odisea de la misma manera).


Más de dos décadas después de su estreno, Boyle se junta de nuevo con el de aquella prometedor, y ahora más que consagrado, guionista y director Alex Garland, para presentarnos como se vive en ese mundo de infectados 28 años después de los fatales acontecimientos de la primera película. Un poblado de supervivientes ha creado una pequeña sociedad que todavía mantiene lazos con lo que un día fue. Tienen escuelas donde aprender a cultivar, conocer las características de esos malditos zombis, crear poderosas defensas de estos bicharracos y donde aprender a matarlos. Deben de ser buenos guerreros para poder sobrevivir. Así conoceremos al protagonista del relato, Spike, un niño de 12 años que, siguiendo el clásico del camino del héroe, se tendrá que adentrar en el mundo de los infectados, primero a modo de ritual y más adelante para conocer la esencia de la vida y la muerte, con la intención de ayudar a su madre.


“28 años después” contiene grandes virtudes. La primera, la presentación de esta interesante sociedad humana de supervivientes. Sin profundizar, la entendemos e incluso nos la creemos. Apetece saber más de ella. Luego, el mundo evolucionado de los infectados. Mejor no contar mucho, pero decir que, sin duda, Boyle y Garland han sabido darle una vuelta a este universo (y en general al mundo zombi) para volver a presentarnos algo que hemos visto mil y una veces de forma novedosa.


Otro gran acierto de la película es la fotografía, por momentos maravillosa, acompañada de una música que nos estresa de la misma manera que las escenas montadas por Boyle. La secuencia de la persecución en el puente que une la sociedad humana con la de los infectados, cuando baja la marea, es de lo más impactante y estresante visto en mucho tiempo. 


Salí contento del cine. La disfruté mucho, pero es cierto que según pasaban los días fue apareciendo en mí la mayor pega que tiene la obra. Está claramente pensada para tener continuaciones (al parecer va a ser una trilogía). Este hecho la lastra un poco. Te quedas con demasiadas ganas de más. Apenas da la sensación de que solo nos han enseñado la patita por debajo de la puerta. De que, aun teniendo muchas cosas a valorar, se han guardado demasiado para el siguiente capítulo. Y esto no es una serie y pienso que el cine debe seguir siendo cine. En una película hay que darlo todo y si luego se tienen más ideas, me parece estupendo que se haga una segunda parte profundizando en la historia. 


No es el caso. “28 años después” está construida en varios episodios y no es justo que mientras estamos comenzando los créditos en nuestra sala de cine no se nos dé la opción de pasar al siguiente capítulo. 

MAÑANA SERÁ OTRO DÍA | “28 años después”

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