“Hasta ahora, y al referirse a la historia de la asistencia sanitaria en el puerto de Ferrol, se citaba al primitivo hospital de la Graña, creado en 1736 como la más antigua fundación e incluso en algunos casos se afirmaba que en fechas anteriores no se encuentra vestigio de servicio sanitario propio de la Marina de guerra”. Esto escribe el comandante médico de la Armada, Manuel Gracia Rivas, en el número 32 de la Historia Naval. De su mano, vamos a adentrarnos en esta peculiaridad histórica, poco conocida, como el propio autor señala.
“El hallazgo de nueva documentación en el Archivo General de Simancas –dice Gracia Rivas–, ha permitido conocer la existencia de un hospital real de la Armada y Ejército, creado 1589 para la atención de los marineros y soldados de una importante fuerza naval que, integrada por muchos de los buques supervivientes de la Gran Armada, había sido trasladada a Ferrol como nueva base de operaciones”.
El mismo día de la llegada de la Armada a Ferrol, el 8 de octubre de 1589, se creó en tierra el hospital en que serían atendidos los enfermos que en ella venían. Como era costumbre, su instalación se efectuaba en una serie de casas requisadas o alquiladas con este fin, en las que se emplazaban las diferentes salas. Como dato curioso, en mayo de 1590 había sido constituida una enfermería particular para flamencos, dado el elevado número de tripulantes de ese origen que enfermaban y con los que existían dificultades de comunicación por la ausencia de personas que conocieran su lengua.
Respecto al equipamiento de las diferentes enfermerías, se sabe que, a través de un inventario de octubre de 1590, el hospital disponía de unas 200 camas con ropa para ellas y 100 equipos de respeto, además de 1.000 “camisas buenas” para reponer las de los enfermos. Esta cifra, estimada en 200 camas, pudo ser mayor, pues cuando se efectuó el recuento ya había partido la Armada que iba a Bretaña y en la cual viajaba un hospital embarcado, formado a partir del personal y los efectos existentes en Ferrol. Pero de la relación de adquisiciones se deduce también que fueron alrededor de 200.
El hospital, como era habitual, disponía de medicamentos para la atención de enfermos, al principio adquiridos fuera y posteriormente elaborados en la propia botica. Un apartado importante era de las dietas o alimentos para los enfermos. En relación con ellas, existe un documento interesantísimo con la estimación del gasto mensual del hospital para alimentar a 80 enfermos ingresados con 34 personas para su atención. Los viernes, sábados y días de vigilia se les daba a los oficiales el importe de la ración en metálico.
El número de personas vinculadas al hospital era muy variable, según las necesidades. Los problemas de este personal eran, por otra parte, los habituales en una época en la que quienes servían en los Ejércitos y en la Armada percibían sueldos escasos que además se les entregaban con poca regularidad. Hubo momentos en los que se llegó a adeudarles nueve pagas, siendo preciso en abril de 1591 adelantar de los fondos utilizados para el gasto diario del hospital, una parte para socorrer a los oficiales.
Cuando se crea el hospital de Ferrol, en su plantilla figuraban únicamente tres médicos y un cirujano, supervivientes de la Gran Armada. Un número insuficiente que era preciso incrementar hasta alcanzar, al menos, la cifra de seis médicos y tres cirujanos graduados, ya que el trabajo que tenían era mucho por haber muchos enfermos.
Este exceso de trabajo no era, por otra parte, suficientemente recompensado, pues por citar un ejemplo, el sueldo de un licenciado en esa primavera de 1590 era de 20 escudos, cuando dos años antes los médicos de la Gran Armada percibían 50, y aunque era normal que la gente del hospital cobrase más cuando embarcaba que cuando desempeñaba destinos en tierra, las diferencias no eran habitualmente tan grandes.
El hospital de Ferrol vivía un estado muy precario en cuanto a personal cualificado, que quedó reducido únicamente a un médico y un especialista cirujano. La llegada posterior de algún otro no significó nunca una mejora sustancial.
Tampoco era mejor la situación referida a los barberos, de los que a finales de 1589 únicamente había dos en el hospital, incorporándose otro en abril de 1590. En un primer momento, el hospital no dispuso de botica para la preparación de los medicamentos adquiriéndose ya elaborados en diferentes lugares.
Posteriormente, se recurrió a los servicios de otro veterano de la Gran Armada, Pedro Xuárez, a quien se le adeudaban todavía 300 escudos de las medicinas que le fueron requisadas en aquella ocasión. Xuárez pasó a prestar sus servicios en el hospital de Ferrol tras ser saldada su deuda y adquirírsele, por un importe de 12.407 reales, las medicinas e incluso vasijas que tenía en su propia botica.
La ausencia de enfermeros cualificados fue suplida mediante la colaboración de una serie de hermanos de Obregón, Orden Benemérita que tanta vinculación tuvo con los hospitales militares españoles.
Los informes decían: “los enfermos sanan, mueren muy pocos, gloria al Señor” […] Las dos partes de los enfermos son convalecientes y pocos de peligro, sea Dios bendito.” De los 397 enfermos que llegó a ver a finales de septiembre de 1590, murieron 48, en lo que fue sin duda el momento más crítico a lo largo de estos años, pues, por ejemplo, entre el 1 de enero de 1591 y el 30 de mayo del mismo año, solamente fallecieron 46.
Acerca de las enfermedades aparecidas se dice que, “aunque en muchos lugares de este Reino (Galicia) mueren muchos de ¿cámaras?, en este hospital los guarda Dios y mueren pocos”. Ayuda mucho a esto la buena provisión de regalos y muchas y buenas medicinas que se gastan. “Estamos, por lo tanto –subraya Gracia Rivas–, ante una epidemia de procesos diarreicos de etiología que no podemos precisar, pero que es evidente que afectó mucho menos a la Armada que a la población civil”.
Durante los primeros meses de 1591, la enfermedad más frecuente es designada de manera imprecisa como dolores. Y para curarse han menester sudores, construyéndose para ello dos estufas en el hospital, con cuyo tratamiento mejoraban rápidamente.
A finales de mayo aparece un pequeño brote de tabardillos, que son bien curados. Junto a la viruela y el sarampión, el tabardillo (denominación española del tifus) fue una de las enfermedades epidémicas que asolaron el Nuevo Mundo.
A través de las relaciones de gasto remitidas desde Ferrol se puede evaluar con bastante precisión el coste que representó el mantenimiento del hospital. Sin contar el sueldo del personal, entre el 8 de octubre de 1589 en que comenzó a funcionar, hasta el 27 de junio de 1591, se gastaron 373.803 reales.