Están con ellas de tú a tú pero, a pesar de la intimidad que comparten, no pierden el gran respeto que sienten por las imágenes de las que son devotos. Vestidores y camareras de la Semana Santa de Ferrol realizan uno de los trabajos más invisibles y, a la vez, fundamentales. No solo para que cofrades y público vean en las calles a sus titulares, sino para complementar la iconografía y preservar el estilo que ha calado en el imaginario colectivo.
Las manos de estos cinco protagonistas lavan y planchan, peinan y clavan alfileres. Ellos y ellas se emocionan como la primera vez cuando, después de este arduo trabajo, logran que la imagen luzca en la calle tal y como habían planeado. Tienen el privilegio de mirarlas a los ojos, de ver cómo les cambia la cara de año en año, de contarles sus secretos y transmitirles sus plegarias. Aprendices primero y maestros después, son también patrimonio humano de la Semana de Pasión.
Humbelina Icaza Boado heredó el honor de vestir a la Virgen de la Soledad de sus tatarabuelos, que están vinculados a ella desde el siglo XIX. Él, Vicente Boado de la Cuadra, marino, trajo de Filipinas el manto y el hábito bordado que luce la imagen custodiada por los terciarios en la Orden Tercera, quienes se la prestan a la Cofradía de la Soledad para que procesione el Viernes Santo. Su bisabuelo, también militar y ayudante del rey Alfonso XIII, continuó la tradición; pero aclara, por si hubiera dudas, que "eran las mujeres de los Boado las camareras".
Su abuelo Vicente Boado se casó con Soledad González-Llanos Caruncho, la hija de Carlos González-Llanos, que había sido ministro de la Orden Tercera, y se unieron dos familias muy devotas de la virgen. "Después ya empezaron mis tías, Soledad e Ignacia, y mi madre Humbelina. Yo iba ya de niña, desde que tengo uso de razón, y en 2008 el encargo ya pasó a mí, que lo hago con mis hijas de 29 y 25 años, y con mi sobrina", explica, precisando que aprendió observando cómo lo hacían ellas: "Al principio solo te dejan mirar y yo veía cómo lavaban la ropa, limpiaban la corona... Empecé poniendo alfileres, peinándola...". "Es una cosa que llevamos con nosotros, es parte de nuestra vida", confirma.
Ellas acuden a la capilla franciscana el Miércoles Santo, sobre las 11:00 horas, para tenerla lista tres horas después y dejarla preparada en el Monumento del Jueves Santo, junto al Ecce Homo. "Es complicada de vestir, sobre todo por su rostro inclinado y porque el manto pesa una barbaridad. Nos cuesta bastante, pero lo hacemos con mucho cariño, y creo que siempre sale muy bonita. Son momentos de muchos nervios. Desde que murió Alfredo Martín, yo lo echo mucho de menos siempre cuando hay que colocar la corona, que lo hacía él. Siempre que la voy a poner digo: 'Ay, Alfrediño, cuánto me acuerdo de ti'. La sabía colocar perfecta", recuerda Humbelina.
China Casares también heredó de sus antepasados el oficio de camarera, en su caso de la Virgen de Dolores y las otras imágenes de la cofradía homónima. Su abuelo paterno, el médico compostelano Javier Casares Bescansa, se trasladó a Ferrol y se casó con María Dolores Fontenla, vinculada la Orden de los Servitas que es propietaria de la iglesia. Ella fue la primera vestidora de la saga familiar, pasando después a su madre, Juana María Vich: "Pero la vistió muy poco tiempo porque mi tía Quena Fontenla era mucho más mañosa y fue la que continuó, con sus hermanas, y me enseñó a mí, que era su pinche: lavaba, planchaba... Ellas llegaban y se ponían a vestirla con todo de mi mano, en mi casa de Méndez Núñez", rememora.
"Soy mañosa y le cogí el aire", resume divertida. Fueron 30 años dedicada a ello, conviviendo días con las imágenes instaladas en su salón. "Empezaba a vestirlas en mi habitación para que nadie las viera en combinación, nunca permití a nadie verlas sin vestir", precisa China, acordándose de que "cuando mi padre [Demetrio Casares] murió un Sábado Santo, la Virgen de Dolores estaba en casa, a su lado. Fíjate qué muerte más dulce". Sobre la Dolorosa, asegura que "tenía una cosa muy extraña, antes de la restauración. La vestías igual y había años que la veías triste y otros con una cara más dulce. Dirás que estoy loca".
Ella fue artífice del cambio radical que logró que la Piedad dejase de ser "una segundona" a la que le ponían las ropas de otras imágenes, confeccionándole un ajuar propio e innovando, incluso al adaptarle un vestido de novia donado por una de sus sobrinas. Sin embargo, recalca que este caso fue una excepción porque "todas las imágenes tienen un sello y tiene que conservarse. A la Virgen de Dolores le fui cambiando cosas muy poco a poco. Lo aprendí de los dueños de Coca-Cola, que hablaban de que, aunque fueron renovando la marca, la gente debía seguir identificándola, reconociéndola. Así que todo lo que hice fue conservar".
Félix Yusta lleva unos 50 años vistiendo a la Virgen de las Angustias y a las otras imágenes de la hermandad de Esteiro, empezando días antes del Domingo de Ramos —"este año el 20 de marzo, lo más tardar"— . En su caso, se inició ayudando a doña Paca Pisos y a su madrina, que delegaron en él la tarea cuando la edad les impidió seguir haciéndolo. A él se unió hace más de 30 años Rosi Bouza, contando además con la colaboración de Fina y Pacucha, esta última ya fallecida. También le echó una mano Elisa, la que fue su pareja. Nacido en la plazuela del Santuario, en una de las viviendas desaparecidas con las expropiaciones, desde su galería predicaba el cura en el día de la patrona, así que es de la Angustia desde la cuna.
"Aprendí de Paca, pero cambié mucho el estilo de la virgen. Yo trabajaba en Simeón y, cuando entré con 15 años, a los maniquís se les hacía la ropa con alfileres. De ahí empecé yo a sacar modelos, me inspiré en la moda, y la cambié totalmente", recuerda, valorando que "yo decidí no taparle la cara, sino darle más expresividad a esa pena tan grande que tiene; tampoco recargo en alhajas, que no me gustan porque parecen, como se decía antes en Ferrol, de Tobaris. No, tiene que ir finamente". Se emociona Félix al hablar de la imagen, que "es una mujer, de cuerpo entero, que lleva ropa interior, zapatos, medias... Nadie se lo imagina".
La Angustia es la única imagen de Ferrol que sale con dos advocaciones distintas el Jueves y el Sábado Santo, este último vestida con el traje tradicional gallego. "Fue una inspiración mía yendo al Jofre a ver la zarzuela 'Maruxa'. Me decían si estaba loco cuando lo propuse, pero como comprenderás no le iba a poner de andaluza con lunares y volantes...", bromea. Más recuperado de su enfermedad, Félix no puede evitar las lágrimas cuando recuerda que, en la intimidad, "le pedí salud, le pedí exactamente que me dejara ver la Coronación. Y la vi. No me importaba morir al día siguiente, lo digo francamente".
Helena Pena y Mimí Alonso se encargan de vestir a la Cautiva desde 2015. Hermana mayor de la Merced e integrante de la Junta de Gobierno, respectivamente, reconocen que en su caso fueron "autodidactas, viendo muchas fotos, imágenes de vírgenes que nos gustaban, como la Merced de Córdoba; pero, claro, ¿cómo se hacía todo aquello? Con el tiempo vas aprendiendo que una tela vale y otra no, por ejemplo. Nos ayudó mucho Francisco Piñeiro, el vestidor de Dolores. Nos explicó sus trucos, nos dio alfileres que trae de Madrid porque aquí no hay, nos regaló un rosario... Se portó fenomenal".
Helena lleva peor las críticas que Mimí, que es más atrevida a la hora de innovar, pero ambas se complementan y coinciden por completo en el criterio. "Empezamos con muy poquito, sin tener apenas ropa, pero enseguida empezamos a confeccionársela. Al principio sí pecas de novata en muchas cosas y aprendes de la experiencia", valoran. Sostienen además que preparar a Nuestra Señora de los Cautivos para la Semana Santa son palabras mayores porque "no es lo mismo vestirla para todo el año que para una procesión, le pones más empeño al saber que es cuando más gente la va a ver, y también necesita una mayor sujeción para ir en el trono".
Ellas emplean una semana entera en arreglarla: "La traemos para la capilla del Cristo y ésta se cierra. La vamos vistiendo muy poco a poco cada día, asegurando todo. Una vez acabada, nos vamos un rato y volvemos, le hacemos fotos y valoramos si quedó bien o no, si la idea que teníamos ha funcionado", confiesan. El Sábado de Pasión estará ya en veneración y el Miércoles Santo saldrá de la capilla mercedaria en un momento que a Mimí y Helena sigue emocionando, puesto que "la relación que tenemos con ella es muy especial, de familiaridad; pero cuando sale por la puerta y sube el trono es completamente diferente, no se puede explicar".