Dos centenares de artistas exponen actualmente en la galería Portão Vermelho, en la Fábrica Bhering del centro histórico de Río de Janeiro, la mitad de Brasil y la otra de Galicia, bajo el título de “100/SEN Artistas galegos en cartel: Imáginario Periférico”. Entre esta larga lista, se encuentra una creadora local y hay conocer solo algunas de las muchísimas ramas por las que se va ampliando la obra de Montse Gutiérrez, con sus raíces en O Seixo, Mugardos, para comprender los motivos del “fichaje”, algo que pone fácil con su estudio abierto a la entrada del público en la calle Magdalena 168.
La obra que eligió para mostrar en este proyecto cuando la coordinación se puso en contacto hace un mes para hacerle la propuesta, que también se enmarcará en la galería viguesa Apo’strophe hasta el 5 de septiembre, es una de tantas que tiene escondidas, producto de la “hiperactividad artística” que la animó a adquirir su propio local.
Sus colecciones se dividen, a partes iguales, en acrílico sobre lienzo y en creaciones realizadas por ordenador, a veces mediante el uso de la fotografía y otras desde cero. Abrirse al mundo del arte digital le proporcionó oportunidades como esta sin complicaciones, pudiendo llevar sus obras hasta el otro extremo del mundo sin necesidad de realizar todos los trámites que requiere trasladar un lienzo a otro continente, según su propia experiencia.
De hecho, uno de los fundamentos de esta iniciativa internacional es conectar artistas y arte a través de las nuevas tecnologías, elementos que al asociarse, dan lugar a esta exposición experimental, que exhibe simultáneamente el trabajo de 200 artistas en dos puntos separados por 8.000 km. de distancia, y se completa con actividades culturales paralelas.
Cuando inauguró su estudio en el centro, el pasado mes de agosto, eran las fiestas de Ferrol: “vino muchísima gente”, celebra Monste Gutiérrez, y el asunto fue tan bien que se convirtió en una celebración hasta altas horas. Desde entonces, cuando está allí deja las puertas abiertas para tentar a los viandantes y siempre entra alguien a curiosear, por lo que su intención es pasar más tiempo en el local adecuándose una zona íntima para pintar mientras que el público pueda disfrutar de la exposición que tenga en el momento.
Esta pequeña galería fue una de las sedes del evento Estudios Abiertos, desarrollado por distintos puntos de la ciudad vinculados al arte en marzo. Ese fue el estreno de una de las series que exhibe actualmente, en la que explora el estilo pop art y representa figuras conocidas como las de Shirley Temple o Bette Davis, entre otras. Como su obra en general, predominan los retratos de mujeres que trascendieron por distintas historias que la fortalecen como feminista, una consideración que el Concello de Ferrol reconoció al encargarle el diseño de la caretelería institucional del 8-M en 2020, eligiendo representar a la actriz e inventora Hedi Lamarr.
Ahora está trabajando en otra colección “completamente distinta a esta, más oscura”, señala, en comparación a la que explora el movimiento del siglo XX, pasando de mujeres históricas a personajes andróginos que habitan su mente. Son incontables las piezas que todavía tiene en casa pendientes de llevar y las que sigue produciendo, porque lo que la caracteriza en la práctica es su inquietud: trabaja simultáneamente en varios proyectos e invierte horas en dibujar, jugar con composiciones de imágenes o en el simple hecho inspirador de mirar. Más de una jornada completa que dedica, desde que se jubiló como profesora de artes plásticas en el Saturnino Montojo, a su forma de vida.
Así es como pasa de unas estéticas a otras completamente diferentes, de Marilyn Monroe a formas humanas sin identidad. Frente a la pared que dedica por completo al pop-art, se encuentra otra serie titulada “Del Renacimiento al plástico”, en la que lleva este material artificial contemporáneo a una de las etapas por las que siente predilección.
Un poco más separadas están un par de obras de otro conjunto que pone el foco en la mirada y la gestualidad, “Cómo duermen los delfines”, con la particularidad de dejar el lienzo de fondo en blanco. En este caso, se imagina a “sus mujeres” con el cerebro dividido, igual que ocurre cuando estos cetáceos descansan, siempre con una parte alerta por la carga que soportan socialmente. Este es un ejemplo más del constante movimiento de Monste Gutiérrez, que a pesar de trabajar en nuevos proyectos, ya está pensando en abordar esta colección desde un formato alargado que concrete todavía más el carácter de sus protagonistas.
“Con diez años ya tenía mi primer cuadro al óleo”, rememora Monste Gutiérrez recordando cómo empezó esta historia que la llevó a ser la profesional que es hoy. Antes, durante su etapa educativa en la Compañía de María, recuerda que no paraba de dibujar en las clases. Aunque apunta mejores y peores experiencias con sus profesoras, en concreto valora la labor de una monja que la marcó para siempre, trayéndole un caballete de pintura para que invirtiera las horas muertas.
Después le regalaron su primer maletín con material y el vicio no se marchó jamás: fue aprendiendo de manera autodidacta hasta la mayoría de edad, cuando decidió asistir a clases para prepararse de cara a su formación en Bellas Artes. Se licenció en Valencia, a donde llegó de la mano del realismo hasta que se interesó por la abstacción y posteriormente por el expresionismo, regresando en su última etapa a la figuración, con las influencias que deja toda esta trayectoria heterogénea.