Un informe secreto pone en tela de juicio el contrato SEA 5000 de Australia

Un informe secreto pone en tela de juicio el contrato SEA 5000 de Australia
La propuesta de Navantia utilizaba como base la veterana clase F-100 “Álvaro de Bazán” | AEC

Resulta extraño que más de un lustro después de la adjudicación de un contrato naval, por muy controvertido que sea, se siga hablando del mismo. No obstante, el programa SEA 5000 de la Armada australiana, que ya en 2018 hizo correr ríos de tinta tanto por su tamaño –nueve fragatas por valor de más de 18.500 millones de euros– como por la elección de BAE Systems frente a Navantia, pese a contar esta con la propuesta favorita, sigue dando de qué hablar.


Y es que, a la polémica de los retrasos y los sobrecostes de este proyecto que en los últimos meses ha tenido que enfrentar el Gobierno de la nación oceánica –18 meses y un incremento estimado de un 50% en el precio final de los navíos– se suma la publicación de un informe hasta ahora secreto en el que se pone en tela de juicio la selección de la compañía británica frente al grupo español o el tercer competidor en liza, la italiana Fincantieri.

 

Antecedentes


Los pasados meses de septiembre y octubre, este Diario informó de dos hechos relevantes que podrían favorecer una propuesta de Navantia para desarrollar destructores y corbetas para la nación: la petición por parte del grupo parlamentario australiano del Partido Verde de una revisión por parte de la Comisión Anti-Corrupción de la adjudicación del contrato; y la entrega de un informe independiente –y de momento secreto– sobre las capacidades de la Armada, solicitada por el propio Gobierno y que sugería prácticamente abandonar el programa SEA 5000.


Desde entonces, como han informado los portales locales ABC y Naval News, la situación no ha dejado de empeorar, hasta el punto de forzar a BAE a tener que defender públicamente sus buques.


Por un lado, a comienzos de diciembre se hizo público en el Parlamento un informe, elaborado por el comodoro Craig Bourke y el contralmirante Greg Sammut, ambos ya retirados, en el que se detallaba que durante el proceso de selección el Departamento de Defensa “no cumplió con los requisitos de calidad-precio de la Normativa de Adquisiciones de la Commonwealth (CPRs)”, señalando al entonces Jefe de la Armada y ahora consultor de BAE Systems, el vicealmirante Tim Barrett, como uno de los principales defensores de la oferta británica. Asimismo, Bourke y Sammut inciden en que, en cierto punto del concurso, hubo un cambio de criterios, siendo el nuevo foco de interés las altas prestaciones de los buques –aun cuando estas suponían un problema operativo para los mismos– frente a cualquier otro factor.


“El equipo de análisis considera que fue altamente improbable que los miembros [de la comisión que eligió el diseño ganador] estuvieran los suficientemente familiarizados con el proceso de adquisición como para tener una opinión informada de qué oferta permitía alcanzar mejor los objetivos del proyecto en base a la calidad-precio”, señala el informe. De igual modo, el documento afirma que el entonces director general del programa, Paddy Fritzpatrick, ahora retirado y viviendo en el extranjero, también presionó para que se le adjudicase a BAE Systems.

 

Características


Por otra parte, los constantes cambios en el diseño de las fragatas propuestas por la firma del Reino Unido, denominada clase “Hunter”, han puesto en entredicho no solo su operatividad, sino también su utilidad para la Armada australiana. Entre otras modificaciones, los navíos pasaron de tener un sistema de lanzamiento vertical de misiles (VLS) de 32 células a uno de 96 –mediante una importante reestructuración de la bahía de popa–, incrementando en casi 2.000 toneladas su volumen, además de supuestamente eliminar algunos de sus equipos de última generación de guerra anti-submarina.


Si bien BAE defendió esta conversión, desde la Armada se apuntó a que esto afectaría negativamente la velocidad que podrían alcanzar las fragatas, además de suponer un cambio radical en el concepto de las mismas. A este respecto, Marcus Hellyer, investigador jefe de la consultora Strategic Analysis Australia, explicó que estos cambios afectarían directamente al rol que los buques debían cubrir en la flota.


“Las células VLS se han convertido en un “proxy” muy conveniente para evaluar las capacidades de los buques”, señaló, incidiendo en que, en el caso de la clase “Hunter”, 32 parecía un número muy reducido en comparación con otros navíos similares. No obstante, para este experto el problema es mucho más complejo, dado que dichos sistemas de lanzamiento son de defensa antiaérea o para ataques en tierra, no para guerra submarina, el principal objetivo del programa SEA 5000. “Para los críticos, Defensa ha pedido un barco que hace de todo, lo que finalmente ha resultado en algo que no hace nada particularmente bien teniendo en cuenta su alto coste”, lamentó.

 

Oportunidad


Como se señaló en su momento, este conjunto de factores podría suponer una oportunidad de oro para Navantia y su propuesta de destructores y corbetas presentada en el año 2022.


A falta de que se haga público el informe independiente solicitado por el Gobierno australiano –y del que se filtró que sugería a la Armada contar con más buques pero de menor tamaño–, posiblemente durante la primera mitad del presente ejercicio, el hecho de que todos los analistas sigan calificando el diseño de BAE Systems como “inmaduro” abre la puerta a que el Departamento de Defensa tome en consideración la propuesta del grupo naval español. 


Si bien es bastante improbable que finalmente se cancele el contrato SEA 5000 –especialmente tras la crisis diplomática que desencadenó la revocación del programa de submarinos con la francesa Naval Group–, los problemas que este arrastra podría suponer una reducción en el número de navíos y posterior apuesta por los barcos de Navantia. 

Un informe secreto pone en tela de juicio el contrato SEA 5000 de Australia

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