El inesperado fallecimiento de Pablo Rey Grandal el pasado 13 de agosto a los 74 años inundó de tristeza las calles de la ciudad en pleno verano, empezando por las del barrio donde vivía, Canido, pero también las de A Magdalena, donde paseaba a diario y trabajó hasta su jubilación.
Su mujer, Loli, y su hijo Pablo, además de su nuera Priscila, recibieron el cariño de las muchas personas que quisieron a un hombre cuya profesión, ejercida en el 164 de la calle Real, le valió el apodo de Pablo “el de la farmacia” a pesar de su retiro.
Ferrolano de pro, racinguista hasta la médula, gran conversador y “neneiro”, su último día no perdonó un baño en el Club de Campo, las risas con su querida pandilla de la “palmera” y el aperitivo con su familia. Sus seres queridos, así como la propia ciudad de Ferrol, echarán de menos su simpatía contagiosa.