El marinero Roberto Montero fue el primero en bajar de la "Álvaro de Bazán", la F-101 que atracó a primera hora de la mañana en tierras ferrolanas. "Es un sentimiento de impaciencia, queremos bajar ya y saludar a la familia", explicaba. Allí estaban todos, esperándole, al igual que a los casi 200 compañeros que se embarcaron durante 116 días en la Agrupación Naval Permanente de la OTAN número 2 en aguas del Mediterráneo y que, con tan solo diez días de descanso, volverán a la mar el día 30, esta vez por un periodo de 20 días.
El capitán de navío Jesús Viñas Barciela, comandante de la 31ª Escuadrilla de Superficie recibía a la fragata en el Arsenal durante los preparativos para la bienvenida del Buque de Aprovisionamiento en Combate (BAC) "Patiño" en Navantia, destacando que "una vez más, se demuestra que nuestro proceso de alistamiento operativo funciona, el barco ha rendido a un altísimo nivel y, lo reafirmo, mejor que cualquiera otra unidad europea", aseveró.
Por su parte, el capitán de fragata Pablo Rodríguez Tortosa, comandante de la F-101, puso en valor, por un lado, la capacidad de las naves, asegurando que "hemos hecho un despliegue donde hemos podido mostrar las capacidades de estos barcos, quedando plenamente demostrado que la F-101 sigue siendo el buque más puntero de todas las marinas europeas. De hecho, hemos recibido felicitaciones del almirante jefe de la Agrupación y del componente marítimo de la OTAN". Por el otro, ensalzó el trabajo realizado por Navantia, ya que "el buque respondió, como siempre, de manera excelente. Es increíble lo que ha hecho Navantia con estos barcos, ya que tras más de dos décadas seguimos teniendo unos buques muy fiables", explicaba Rodríguez.
Durante los casi cuatro meses de despliegue, se han llevado a cabo tres ejercicios "bastante grandes, y hemos estado gran parte del despliegue haciendo seguimiento de unidades rusas", explicó el capitán. En concreto, de un submarino, lo que ha demostrado que "este barco tiene unas capacidades de defensa aérea excelentes, que es así, pero además es un buque que tiene muchas otras capacidades, entre ella la guerra en superficie y submarina".
Mientras tanto, en tierra se sucedían las esperas, como las de Blanca y Aitana, ansiosas por ver a su madre después de tanto tiempo, con los nervios a flor de piel. Sentimiento compartido por muchos de los que estaban allí. Manuela, que tiene 88 años, iba a buscar a su nieto, al igual que Teresa. Ellas, que llevan años viendo partir a Rubén Freire y a Daniel Aguilar, respectivamente, y confiesan que "la emoción siempre es la misma cuando sabes que ya están aquí". Eso sí, matizan las decanas, "lo peor es cuando se van". De hecho, la madre de Aguilar, Sonia Patiño, y su padre, Rubén Aguilar, militar, recuerdan gracias a esta estampa momentos vividos en el pasado, "cuando era yo, con dos niños pequeños, la que venía a esperar la vuelta a casa de mi pareja", explica Patiño.
Entre amigos, familias y compañeros también estaban los que iban a recibir a alguien por primera vez o los que se lanzaron, literalmente, encima de los recién desembarcados. Lía y Mina no hicieron esperar a Diego que, una vez fuera del barco, obtuvo una bienvenida perruna a lo grande, al igual que Ángel, puesto que Obi también estaba presente y desde enero ha pasado mucho tiempo. Curiosamente, Manoliño también hizo un hueco en su agenda para tomar parte en la comitiva.
Hubo quien vino de lejos, como los padres del teniente de navío Pelayo Giménez, ovetense de nacimiento, pero también en los colores, por lo que sus padres esperaban con una bandera del Real Oviedo para "pasar el día disfrutando de Ferrol y llevárnoslo a casa", comentaban entre risas.
Sea como fuere, la jornada la protagonizaron ellos, los marineros que volvían a casa y sus familias. Entre besos y abrazos, el Arsenal y Navantia volvieron a ser, una vez más y a sabiendas de que aún quedan muchas, el escenario más romántico de Ferrol con un mensaje muy claro: bienvenidas y bienvenidos.