Uno ya no sabe qué cara poner, por suerte tenemos los famosos emoticonos que nos facilitan las cosas, últimamente quien más quien menos utiliza las caritas amarillentas para expresar determinados sentimientos, sobre todo si no tenemos ganas ni tiempo para dar demasiadas explicaciones. Aburre un poco ya la del besito, aunque sin duda es muy socorrida, junto a las de las sonrisitas más o menos forzadas; también predominan las de llorar, sea de risa o de desconsuelo, en este último caso en forma de torrente lacrimógeno. Luego están las de burla o cierto cachondeo, con alguna que otra mueca bastante bien conseguida. En fin que hay para todos los gustos.
A mí una de las que más gracia me hace es la que abre mucho los ojos y aprieta los dientes, que puede dar a entender una mezcla de varias emociones y sentimientos, predominantemente de estupor o irritación contenida. Supongo que a más de uno se nos habrá puesto un carato parecido ante determinadas actitudes o situaciones, poco comprensibles e incluso peligrosas; sobre todo durante el año que acaba de terminar.
Después de meses y meses sin gobierno, no hemos caído en manos del populismo izquierdista por los pelos. ¡Acabar en unos años como Venezuela! A cualquiera se le pone cara de terror: sólo hay que ver lo que está ocurriendo en alguna que otra comunidad histórica y en algunos ayuntamientos. Es posible incluso que a más de uno le resulte difícil comenzar el año nuevo año sin un apretón facial. Pero siempre conviene ser optimista, a mal tiempo buena cara, como suele decirse. Hasta nuestros políticos tradicionales, o sea los que viven por y para el poder, habitualmente a cara de perro, parece que se han vuelto más razonables y por lo menos exteriormente se regalan entre ellos la mejor de sus sonrisas “emoticonas”.
Siempre quedarán quienes sigan prefiriendo la cara del “no es no”, que tanto éxito tuvo durante meses, aunque no tenga un emoticono específico. El porvenir es halagüeño pero inseguro, como se nos repite una y otra vez, sobre todo desde el punto de vista económico. Por ahí no hay que andarse con bromas, como en temas de educación o seguridad, así que pondremos cara seria pero tranquila, sin crispación. Una sonrisa franca y abierta a quienes no han perdido la esperanza, de lo que sea: encontrar trabajo, el amor de su vida o simplemente la felicidad, que puede estar más cerca de lo que parece, aunque no siempre sepamos descubrirla. Yo suelo aplicarla al descubrimiento del sentido de la trascendencia y del amor al prójimo. Para todos los demás, un guiño con el ceño fruncido, lengua fuera y sonrisita, que no deja de ser una forma de expresar regocijo a pesar de las limitaciones.