El 16 de octubre de hace ahora 134 años, fallecía en Lóngora, en la casa solariega que conserva el noble aspecto de los pazos gallegos- mitad fortalezas, mitad casas campesinas-, uno de nuestros escasos compositores románticos, Marcial del Adalid, creador de tristes elegías, baladas, nocturnos, impromptus, valses brillantes y hasta “variaciones a la antigua”, en las que su piano se pronuncia como un eco del de Chopin, definido por Gerald Abraham en sus “Cien años de música” con “un instinto cercano a la genialidad, melodías que empiezan a morir tan pronto como nacen y que crean una ilusión de canto mucho más agradable que el canto mismo”. Eran años en los que España, adorada por los músicos del XIX, no participaba del intenso movimiento cultural que agitaba a Europa, cuanto menos Galicia, exenta de toda tradición considerable salvo excepciones como Adalid, nacido en el seno de una familia acomodada, liberal y “afrancesada”, que le permite tener el privilegio de salir de sus tierras coruñesas para formarse musicalmente en Londres y también París. Amante de la literatura( de Espronceda a Lord Byron), su música es un oasis en la vida cultural de nuestra tierra, a la que también honró con sus canciones gallegas- Cantares viejos y nuevos de Galicia- en un “rexurdimento musical” paralelo al literario de Murguía o nuestra insigne Rosalía.
Olvidado en el inaceptable lujo de ausencias nuestro con los creadores del pasado, su obra es hoy nuevamente puesta en valor, algo en lo que mucho tuvo que ver la profesora y musicóloga Margarita Viso, vinculada a la Asociación Galega de Compositores, entidad que tiene entre sus fines el compromiso de mantener en la memoria la obra de los compositores históricos de Galicia, haciendo posible que se “re-escuchen” compases evocadores y nostálgicos como los de el Último adiós, o Soledades, también en versión propia de Cristina Gallardo-Domas. Música impregnada de un anhelo infinito, de un profundo sentimiento poético, de tormentoso esfuerzo y fecundo lirismo.
Vaya nuestra memoria hoy para el compositor que vivió creando su música hasta la muerte y que tras ella sigue pronunciándose con sus sentidas melodías.