Vamos a quemarlo todo

Un año más, las hogueras han vuelto a sembrarse por todo nuestro litoral, para celebrar las que-sin duda- son las fiestas por excelencia de nuestra herculina ciudad.


A lo largo de las últimas décadas, las fogatas de la noche de San Juan se han extrapolado de lo meramente festivo a lo casi espiritual.


Y, en la tradición creciente, las calles se llenan el día anterior de flores y ramajes con los que algunas personas se lavan, protegen y hasta hacen conjuros.Mientras la fiesta consigue el calificativo de “interés turístico”, muchas playas se parcelan para ser tomadas por jóvenes ávidos de alcohol, las terrazas hacen su agosto, los curiosos miran extasiados y los supersticiosos realizan rituales.


Porque todavía hay personas tendentes a creer en realidades irreales por medio de las que pensar que, no solamente todo está por hacer y todo es posible, sino que un poco de ayuda “semi divina” les protegerá del mal de ojo del que creen ser víctimas y arrojará a sus vidas un poco de luz con aroma a hierbas de San Juan.


Quizás, en su afán por borrar lo malo y comenzar lo bueno, sienten que por practicar toda clase de ceremoniales la suerte les hará un guiño, cuando en realidad esta habita dentro de nosotros y nos dirige a tomar mejores o peores decisiones.


En mi opinión, el atraer a la vida de uno buenas vibraciones, consiste en trabajar duro por ellas, en caerse y en volverse a levantar, en acertar en sus determinaciones, compañías y resoluciones…, pero sobre todo en tener salud. Porque sin ella, todo lo demás sirve más bien para poco.


Así que viva la fiesta si esta es la excusa para pasarlo bien-algo que por cierto nos hace falta a todos-, para que los bares se llenen de gente, para que pescadores y pescaderías hagan buenas cajas y-sobre todo-para que no d  ecaiga una ilusión que es en realidad el motor del mundo.


Pero no perdamos el norte. Hoy, por mucho que hagamos, ni se va nada ni empieza nada distinto a lo que puede comenzar mañana o el resto de los días de nuestra vida.


Da igual que nos bañemos en flores o que pretendamos quemar todo lo que nos pesa.


Lo único verdadero es que cada uno de nosotros es un saco de aciertos y de errores. Enorgullecerse sin petulancia de los primeros y aceptar y aprender de los segundos, es lo único que puede mejorarnos como personas y, a partir de ahí, hacer que nuestra existencia comience un camino más llano. Con conjuros y sin ellos.

Vamos a quemarlo todo

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