El “Somos más” sigue vivo en la agenda de Sánchez, a juzgar por su declarada intención de seguir en el pedestal, según ha explicado a los informadores que le han acompañado en su gira sudamericana. Hago memoria. Aquel “somos más” fue la bandera agitada hace dos años para santificar su legítima ecuación de poder.
Enseguida vino el descuelgue de Podemos y su relevante papel fundacional en la forja del consabido hermanamiento político. Los de Iglesias Turrión, ya liderados por Ione Belarra, fueron los primeros en abandonar el barco después de enzarzarse con la organización política liderada por Yolanda Díaz (Sumar) y quedarse con las migajas del poder institucional tras las elecciones de julio de 2023.
Sus cuatro diputados ya no marcan el paso de la Moncloa. Están fuera de la cordada. No es que vayan a votar sistemáticamente contra todas las iniciativas parlamentarias del Gobierno. Solo lo harán en aquellas que sean incompatibles con su fe política e ideológica.
Dos años después, una adversativa envenena los sueños de Sánchez. Ahora el lema es “somos más, pero mal avenidos”. De la fundacional cordada “woke” (izquierdas, feministas, pacifistas, ecologistas, plurinacionales y antitaurinos) solo queda un adaptativo sindicato de socorristas que sostiene el pedestal del “puto amo” (ministro Puente dixit) a cambio de regalos competenciales (nacionalistas vascos y catalanes) o seguir pisando moqueta (socios de Gobierno.
Todo empezó a torcerse con la corrupción en el corazón del sanchismo y en el entorno familiar. Y acabó repercutiendo en la diaria gobernación del Estado.
En los últimos días hemos visto cómo se frenaban esas tareas por las averías en el funcionamiento de la ecuación. Por ejemplo, el rechazo parlamentario a las medidas energéticas diseñadas para evitar otro apagón como el del 28 de abril, porque el hachazo hermanó a derechas con izquierdas (Podemos y Vox), a oposición con aliados (PP y Junts). Unos por otros, la casa sin barrer.
O sea, que el reto de prevenir nuevos apagones se malogró en el último pleno de la temporada. No solo. En el ruido de una legislatura tambaleante también se ha perdido la reforma judicial (plan Bolaños), la reducción de la jornada laboral (plan Yolanda) y el deber de gobernar con una ley de Presupuestos Generales del Estado.
Así Sánchez se va hundiendo cada día un poco más. Pero aún respira porque el sindicato de socorristas no ha concertado un motivo para dejarlo caer. A ese pequeño detalle se remite cuando, a la vuelta de su reciente viaje latinoamericano, dice encontrarse fuerte y con las pilas cargadas para seguir gobernando los dos años que le quedan al mandato.