Luces y sombras de la nueva propuesta de Navantia a la Armada australiana

Luces y sombras de la nueva propuesta de Navantia a la Armada australiana
Los destructores de la clase “Hobart”, basados en la F-100, que ya posee la Armada australiana fueron fabricados en la nación oceánica | cedida

La relación entre Navantia y la Royal Australian Navy (RAN) es una historia de éxitos, pero también de batacazos geopolíticos. A día de hoy, buena parte de los activos más importantes de la Armada de este país tienen sello español –tres destructores de la clase “Hobart” basados en la veterana F-100 y construidos en la propia Australia y dos buques de asalto anfibio y otros tantos AOR, desarrollados en los astilleros de la ría de Ferrol–, lo que convierte al grupo naval en uno de los principales aliados estratégicos de la nación oceánica.


A todos estos podrían sumarse, en un futuro a largo plazo, un total de tres destructores y seis corbetas que Navantia Australia, filial local de la compañía pública, habría ofrecido, en una propuesta no solicitada, a la Armada del país, según informaron numerosos medios locales. De esta noticia también se hizo eco el pasado jueves el comité de empresa del astillero de Ferrol durante una protesta y posterior encuentro con el alcalde, planteándolo como un contrato idóneo para impulsar la modernización de las factorías de la ría y un nuevo calendario de incorporaciones.


La realidad, no obstante, es más compleja de lo planteado, por lo que es imperante ver esta iniciativa de Navantia desde una perspectiva más amplia, comenzando por contextualizar la propuesta e incidiendo en el escaso, si no nulo, impacto que tendría en el tejido económico y productivo de la ciudad naval.

 

 

Origen del proyecto


En primer lugar es importante destacar que esta propuesta no solo no es nueva –los tres destructores fueron ofrecidos el pasado mes de abril–, sino que deriva del mayor batacazo sufrido por el grupo en relación con la RAN, con el ya infame proyecto SEA 5000. Este contrato de 2016, del que Navantia partía como favorita, contemplaba la construcción de nueve fragatas para el Gobierno australiano.


Desafortunadamente, al igual que ya había acontecido con un programa similar para Canadá, el Brexit tuvo un impacto devastador en el SEA 5000, siendo finalmente el ganador, al igual que en el norteamericano, la corporación británica BAE Systems. Sin embargo, favorecer, como miembro de la Commonwealth, la propuesta de una Londres en pleno divorcio con Bruselas resultó ser una decisión nefasta, aceptando un diseño muy alejado del detallado en el contrato inicial. Y es que, como recogió este diario en su momento la Armada australiana quería una nueva serie de navíos basados en un diseño “maduro”; una modernización de buques de guerra ya consolidados y que llevasen años en operación, detallando una serie de características imprescindibles en materia de dimensiones, velocidad, maniobrabilidad y tecnología. Navantia, por una parte, presentó una evolución de la veterana serie F-100 –que a su vez ya había sido el modelo que inspiró la clase “Hobart”–, mientras que BAE Systems optó por su modelo Type-26, que ni tan siquiera había salido aún de su fase de diseño.


Así, casi seis años más tarde, la elección de la firma británica ha derivado en que ni una sola de las unidades está en producción y que desde el propio Gobierno británico se pone en duda la viabilidad de unos buques que no parecen capaces de cumplir buena parte de las características demandadas por la RAN.

 

 

Situación actual


Es precisamente en este punto en el que se enmarca la propuesta de Navantia. Ante el más que considerable retraso de las nuevas fragatas y la situación estratégica en la que se encuentra Australia, el grupo naval presentó en abril de 2022 una oferta no solicitada para tres destructores de la clase “Hobart”. Esto quiere decir que en ningún momento el Gobierno solicitó esta opción, pero a la vista de los hecho la empresa española planteó la posibilidad de construir estos navíos como alternativa hasta la llegada de las Type-26. A estos se sumaron, en igual formato, las seis corbetas de esta semana, que parecen haber sido bien recibidas por la población pero que tampoco han tenido respuesta del Ejecutivo.


Es importante destacar esto principalmente porque la imagen que se traslada es la de un potencial contrato que Navantia tiene muchas posibilidades de ganar, lo cual está completamente alejado de la realidad. Y, si bien es cierto que Australia ya canceló un contrato naval en su momento para favorecer una propuesta mejor, en este caso de submarinos, las consecuencias diplomáticas desencadenadas con Francia por ello serían impensables con el Reino Unido como cabeza de la Commonwealth.


A esto habría que sumar finalmente, que la propia Navantia presentó dos opciones de compra, una de construcción en la propia Australia, más cara, y otra de desarrollo en España más económica.

 

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