Quizá por Adrián Montero no suene ninguna campana, pero si en lugar de su nombre “oficial”, a este futbolista ferrolano se le llama por el de “guerra”, Monti, ya comience a verse una brillante luz. Actualmente en las filas del Meirás y con pasado en el Narón y Cedeira, durante gran parte del año este estudiante del Ciclo Superior de Enseñanza y Animación Sociodeportiva cambia el césped de la comarca por la arena internacional.
A caballo entre Córdoba, con el que viene de comenzar la competición de Primera División española –ganando al Victoria Beach Soccer y cediendo ante el Fran Mejías A y el Marbella–, y el Viseu portugués –con el que disputa las citas fuera de España–, Montero siempre supo que su sitio estaba, precisamente, en la arena. En ella comenzó a meterse de manera más profunda hace cuatro años, cuando todavía estaba en Inglaterra intentando vivir del fútbol –formó en los conjuntos de Heybridge Swifts, Braintree Town y Witham Town– y llegó la pandemia del coronavirus.
“Estaba allí bloqueado, preguntándome qué hago aquí. Era una época rara porque sólo salía para entrenar. Trabajaba en un restaurante y no estaban ni mis amigos ni mi familia. Me agobié mucho”, relata Montero. “Quería volver a casa, a hacer lo que me gustaba y me había gustado toda la vida, el fútbol playa”, señala. O lo que él pensaba que lo era, ya que, una vez en faena “descubrí que lo que jugábamos mis amigos y yo no lo era”; relata entre risas.
El ferrolano dio el paso y se puso en contacto con Ramiro Amarelle, que por aquel entonces todavía no tenía su prestigiosa academia en A Coruña. “Es un referente y lo que me ha dado no tiene nombre. Le conté mi situación, le pregunté cómo estaba el tema del fútbol playa en Galicia y se portó increíble desde el minuto uno”, cuenta. Y tanta pasión le debió transmitir Montero que, cuando puso en marcha esta iniciativa, lo llamó. “No lo dudé, le dije que sí”, relata todavía emocionado Montero. “Era lo que llevaba esperando un año”, cuenta. Y ahí sonó el silbato de una nueva etapa en la vida de este deportista y futuro entrenador personal.
Comenzando a trabajar con niños, con los que ahora presume de poder jugar “vi que el fútbol playa que jugaba no era el de verdad. Es balones aéreos, dominio de la pelota, sistemas, el manejo del balón en la arena. Se juega con una pelota, se juega con los pies, pero es una cosa totalmente diferente al fútbol campo”, relata el futbolista, especialista en chilenas –en arena y verde–, que espera en un futuro poder compartir, en Ferrol, en su casa, esta pasión por esta disciplina por la que todas las semanas, llueva, truene o haga sol, se desplaza a entrenar a A Coruña.
Y si el aterrizaje de este deportista en la arena llegó gracias a un mensaje de Instragram –unas redes sociales, por cierto, a través de las que se mueve mayoritariamente el mercado de esta disciplina, como cuenta Montero–, el estreno en competición oficial del ferrolano comenzó, por así decirlo por el tejado.
“Me fui a entrenar a Chaves, Portugal, con Kuman Santiso –capitán de la selección española de fútbol playa–, porque él iba a jugar la liga portuguesa, y cosas del destino, a los dos días de volver me preguntó si quería jugar el Campeonato de Europa de Nazaré. ¡Claro que sí!, le dije” cuenta entre risas Montero, añadiendo que “luego ya empecé... pues como hay que empezar, por torneos y la liga española”.
Iniciar tu carrera profesional disputando una competición continental abrió el apetito del ferrolano que “cuando volví quería más. Me supo a poco”. Y ahí, una vez más la Academia de Amarelle fue su salvavidas para aprender a moverse en estas arenas. “Subí fotos y videos a redes y eso me sirvió para que el Torrejón de Ardoz me contratase y cerramos la Primera División. Y ahí empezó todo”, cuenta.
Todo lo profesional, porque Montero ya llevaba varios años pica y pala trabajando para, sino vivir de esta disciplina –”quién se quiera dedicar a esto por pasta que se olvide”, señala entre risas– sí “disfrutar y no perder dinero”.
Poder hacer lo que más le gusta le supone a Montero también contar una gran agenda en la que apuntar cuándo y qué le toca jugar, al compaginar tanto la competición española con la lusa. “Este año podría estar fácilmente jugando una liga pero he decidido complicarme la vida y jugar... Y si pudiera iría a Italia también”, señala riendo. “Te vas liando y ya no quiero perderme ninguna competición internacional, quiero jugarlas todas. Todos los años hago un tetris mental para encajar las piezas, hay que gestionarlo todo bien”, dice.
Y es que, además del citado Europeo en el que llevó a cabo su debut, Montero ya sabe también lo que es jugar un Mundial de clubes, una experiencia que repetirá en septiembre, también en Italia, con Sicilia como sede. “En Cerdeña fue la primera vez que jugué con mis compañeros del Viseu y a raíz de eso fiche para la liga.Tenemos muy buen rollo, somos una familia”, cuenta el del Meirás.
El ferrolano tiene, de momento, que emigrar para poder hacer lo que más le gusta, toda vez que en Galicia no existe competición regular y ahora tampoco selección absoluta. “Mantuvieron la de los niños”, añade el deportista que, malas casualidades, el único año que pudo formar parte del combinado “irmandiño” antes de su, es de esperar, temporal desaparición estaba formando con el Torrejón. “No pude ir porque estaba federado en Madrid”, recuerda.
Una gran paradoja, teniendo en cuenta que muchos de los referentes de esta disciplina son gallegos, si bien es en Madrid, Andalucía, Levante y Cataluña en donde se concentran los equipos de las ligas españolas –que se dirimen, a diferencia con Portugal, por concentraciones–.Ambos países son dos de las potencias continentales en esta disciplina, junto con Inglaterra, Rusia, Bielorrusia y, ya cruzando el charco, Brasil, señala.
Y si bien el ferrolano no pude jugar citas oficiales en casa –eso sí, con presencia en citas como la de Ares o el campus de Cedeira–, el trabajo llevado a cabo durante los últimos años le ha hecho ya un hueco en el panorama deportivo ferrolano, como gran embajador del fútbol playa. “Me da orgullo que se me conozca por algo tan chulo, porque no fue fácil llegar hasta aquí”, apunta.
Montero ha abierto en Ferrol y comarca el camino de una disciplina que, con los apoyos necesarios, puede dar muchas más alegrías al deporte local. Y es que si las playas son uno de los tesoros locales, también lo pueden ser esos futbolistas que, como Adrián, entrenen cada día en ellas.
La estructura de competición del fútbol playa hace que gran parte del trabajo que realiza Adrián Montero tenga que hacerlo solo. “Entrenamos todo el año, nos preparamos nosotros. Yo voy a A Coruña, a la Academia Amarelle y si no me entreno en las playas de Ferrol”, cuenta el ferrolano que tanto para estas tareas como en muchos desplazamiento cuenta con el apoyo de su pareja Judith. Una situación bien diferente a la de otras disciplinas, recordemos, de equipo, ya que en muchos casos los jugadores no se conocen hasta pocas horas antes de dar comienzo la competición.
“Cuando llega la época de competición empiezas a cerrar equipos. Lo bueno es que puedes jugar varias ligas a la vez,”, relata un Montero que subraya lo complicado que es trabajar en ocasiones en solitario. “Es difícil. Hace falta mucha disciplina, ser responsable y que confíen en ti los equipos, de que cuando llegues vas a estar en perfectas condiciones y entrenado”, apunta, ya que “yo quiero hacerlo lo mejor posible para que me sigan saliendo oportunidades”.
Y si Montero ya tiene experiencia en estas circunstancias a día de hoy todavía nota esa, de momento, obligación del trabajo en solitario. “Llego a Viseu y yo vengo de entrenar lo mío. Es difícil adaptarse a su juego porque ellos muchos entrenan juntos. Yo vengo de trabajar una cosa en el academia e igual no puedo llevarla a cabo por la manera de juego”, cuenta. Una circunstancia que se agrava en el caso de Córdoba, con la mayor parte de sus integrantes de fuera. Eso sí, tanto en tierras andaluzas como en portuguesas, ya conocen el trabajo de la Academia, que paso a paso va colocando el fútbol playa en el mapa deportivo español.