Cuenta Manolo González en un libro muy recomendable, “O cineísta andarengo” (Embora), que hace un siglo un grupo amplio de personas, entre ellas figuras de relevancia como Quintanilla, Usero o Bello Piñeiro, organizaban largas caminatas por el entorno de Ferrolterra para disfrutar de toda la belleza que esta esquina les ofrecía. Algunos de esos momentos quedaron inmortalizados en la cámara de Alfonso Piñón, que en sus artículos periodísticos prácticamente comparaba estos parajes con el paraíso bíblico. Y esa fascinación, a pesar de la fuerte humanización del entorno en estos cien años, se mantiene intacta en la actualidad, incluso para muchos vecinos y vecinas que, por suerte, han podido viajar y apreciar la belleza que hay a lo largo y ancho del planeta. Ferrolterra es una tierra extraordinaria, como prueba la diversidad de miradores naturales que la salpican. Falta posiblemente algo de mantenimiento y cuidado para que la experiencia sea completa, pero, por lo menos, la materia prima está.