El ministro de la Seguridad Social parece no encontrar su sitio en la política. Tampoco en el Gobierno. Su perfil técnico le ha causado varios disgustos. El último a cuenta de las pensiones, aunque sobre este importante asunto, no es el primero. Nadie olvida cuando dijo que los nacidos en el “baby boom” tendrían que pensar en pensiones más bajas para que otras generaciones menos numerosas tuvieran la suya. Una forma muy poco política e injusta de abordar una reforma que se viene aplazando años a pesar de su importancia por el número de personas al que afecta y por la cuantía de su gasto año tras año.
Es obvio que reformar el sistema de pensiones no es fácil. Son muchos los votantes y los afectados. De hecho toda la población. La cuestión es cómo hacer comprender a los ciudadanos que el sistema es una bomba de relojería y que cualquier reforma que quiera sostener el sistema pasa por rebajar la cuantía de las pensiones y por trabajar más y más personas.
Escrivá llegó al gobierno desde la Airef y anteriormente del servicio de estudios del BBVA. En los dos sitios escribió y mucho sobre las pensiones. Algunas de sus ideas son las que intenta transmitir cuando le sale su vena técnica y, claro, a las pocas horas se ve en la obligación de rectificar. “Se me ha entendido mal” es ya un clásico en el ministro. Sin embargo, todos hemos escuchado cómo esta semana proponía que hay que empezar a pensar que deberíamos trabajar hasta los 75 años. La verdad es que así dicho suena mal si no va a acompañado de otras medidas de apoyo a los que voluntariamente quieran alargar su vida laboral. La cuestión es que no entra en la verdadera reforma que tiene en la cabeza. Sabe que la sociedad no está preparada para que le digan la verdad e intenta soltar pildoritas que lo que genera es desconfianza y un caos en el seno del Gobierno.
Algún día, algún gobierno tendrá que hincarle el diente a este asunto, quizás el más importante que tiene España y, como ya han hecho otros países, convertirlo en un asunto de estado, llegar a un gran consenso de verdad y abordarlo repartiendo el coste político que sin duda tiene. Darle otra patada al balón sólo sirve para retrasar lo inevitable: el sistema se cae a trozos, tal y como está ahora mismo es inviable, insostenible y los ciudadanos tienen derecho a saber qué ocurrirá con su pensión y poder tomar decisiones a futuro. Es cierto que la Unión Europea nos exige cambios, pero dudo de que se remate la reforma por esta vía. Habrá que ver si el dinero de Europa y sus condiciones realmente obligan a Sánchez a darle la transformación que necesita.