Pedir regulación global es reclamar una mejor y de más calidad tarea de prevención de los riesgos de cualquier naturaleza: sanitarios, climáticos, financieros, agrarios, pesqueros, ganaderos, industriales…. una más adecuada supervisión y control del sistema financiero universal, hoy todavía capturado por quienes todos sabemos. Mientras los partidos sigan teniendo en sus manos el control del poder judicial y de los órganos reguladores no es posible avanzar. En el mismo sentido, mientras el poder económico no se detenga en su desmedido afán por privatizar el interés general, poco podrá hacerse. Los principios generales del Derecho, para informar el orden jurídico global, precisan de una tarea de despolitización de la vida jurídica y social y de un constante trabajo de desmercantilización del interés general.
Tanta libertad como sea posible y tanta intervención como sea imprescindible. He aquí una vieja fórmula que vuelve a la actualidad. Que el capitalismo radical se haya derrumbado no quiere decir que volvamos a modelos radicales de otro signo claramente opuesto. Más bien, se trata probablemente de aprender lo que significa el concepto de libertad solidaria. Algo que, por lo que se ve, todavía no ha sido bien asumido pues de nuevo volvemos a una nueva crisis a la que aplicamos viejos soluciones, viejas formas de manipulación y propaganda. Todo por culpa de esa ideologitis que impide ver la realidad, tender puentes y, sobre todo, concitar entendimiento y unidad para entre todos salir adelante. Algo que solo entienden los estadistas, no una cuadrilla de ineptos y mediocres como los que en tantas latitudes tienen a su cargo nada menos, pobres ciudadanos, salvar vidas humanas y proteger a los más débiles y desvalidos. Así, claro, pasa lo que pasa y vemos a diario lo que vemos.