En los últimos sondeos publicado sobre el impacto provocado en la opinión pública por los indultos concedidos por el Gobierno a los presos condenados por sedición hay un factor común: todos reflejan que más de la mitad de los españoles rechaza los indultos y algunos elevan esa cifra por encima del sesenta por ciento.
Las encuestas son la fotografía de un momento y unas circunstancias concretas. Pero señalan tendencias.
Obvio resulta subrayar que en La Moncloa conocen y analizan estos resultados a los que añaden los que les proporcionan sus propias encuestas. Es el mundo en el que se mueve como pez en el agua Iván Redondo, el valido presidencial que viene del mundo de la consultoría. Según comentario extendido en los ambientes políticos madrileños a él se debe la idea de que el actual estado de indignación provocado en amplios sectores de la sociedad española-no sólo entre votantes de la derecha, también entre afines al PSOE- es mal pasajero.
Confía en que así que pasen unos meses la gente se irá olvidando dejándose llevar por algunas de las novedades que se anuncian: el reparto y riego de millones a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos a cuenta del Fondo de Solidaridad de la Unión Europea y la atenuación de los efectos de la pandemia por obra de la campaña de vacunación que se estima habrá culminado a finales de este año.
Pedro Sánchez ha hecho suyo el pronóstico de su gurú particular y lo incorporó a la homilía que pronunció ante el entregado auditorio del Comité Federal del PSOE. Hizo suya la prognosis de Redondo añadiendo de su cosecha un “recuerdo del futuro” más que optimista: estamos en puertas de una recuperación económica que irá más allá de cuanto habíamos visto hasta ahora, empezando por la creación de empleo y la recuperación de muchas de las empresas destruidas por los efectos de la pandemia.
Sí en el próximo mes de septiembre se celebraran elecciones, el PP aventajaría al PSOE en escaños y, con la suma de Vox, Pablo Casado podría formar Gobierno, pero las próximas legislativas no serán antes de dos años y Sánchez confía en el olvido; en que la indignación que han provocado los indultos sea un recuerdo perdido en el torbellino formado por otros acontecimientos.