parece que el independentismo catalán está a punto de saltar en pedazos. Meter dos gallos en el mismo gallinero era una idea arriesgada desde el principio, pero el fin justificaba los medios y cuando el enemigo era común y la estrategia coincidente daba la sensación de que era la opción correcta. Pero las cosas cambian, las alianzas se rompen y las afinidades desaparecen; y de pronto unos quieren seguir la vía del diálogo y otros seguir sembrando el caos. Y entonces la lucha común pasa a ser lucha interna por ver quién tiene la estelada tatuada más profundamente y quién va a conseguir más con sus planteamientos. Y por más que intentan evitarlo, para no perder adeptos de su causa, principalmente, acaban por tirarse los trastos a la cabeza ante cámaras y micrófonos. No sería de extrañar que en La Moncloa estén viendo el espectáculo con refrescos y palomitas y con la esperanza de que al terminar de tirarse de los pelos estén demasiado cansados como para seguir insistiendo en la autodeterminación. FOTO: los seguidores de la corriente de puigdemont | efe