En la demenciada política catalana los principales partidos independentistas quieren afrontar los problemas por arte de magia. No es un recurso retórico del comentarista. Es lo que resulta de rastrear en el argumentario de ERC y JxCat, que son las fuerzas condenadas a entenderse y a la vez enfrentadas en el diseño de la nueva legislatura.
Me explico. En una confesada apelación al principio de realidad, los republicanos de Junqueras-Aragonés acusan de “independentismo mágico” a los de Puigdemont-Borrás por creer que la desobediencia a las leyes del Estado (“confrontación inteligente”, dicen en JxCat) va a ser suficiente para alcanzar sin más la desconexión con España.
Y en una confesada apelación al principio de inevitable choque con el Estado, los de Puigdemont-Borrás acusan de “pactismo mágico” a los de Junqueras-Aragonés (“mesa de diálogo y negociación”, dicen en ERC) por creer que la desconexión con España será el fruto de un acercamiento al Gobierno socialista de Pedro Sánchez.
Todo eso hierve como agua para chocolate a pocas horas de la segunda votación de investidura (martes 30) para hacer presidente de la Generalitat a Pere Aragonés. Si es que se celebra, pues JxCat ya ha anunciado que sus 32 diputados volverán a a abstenerse, negando así el apoyo al candidato porque ERC sigue sin reconocer al prófugo de Waterloo, Carles Puigdemont como piloto del nuevo “embate democrático” al frente del llamado “Consejo de la República”. O sea, vuelta a las andadas, esta vez con el puesto de mando en el “exilio”.
Son exigencias rechazadas por ERC, que fue el ganador del pulso entre los dos grandes brazos del independentismo (republicanos izquierdosos y neoconvergentes burgueses). No aceptan que la ruta hacia la independencia la pilote Puigdemont desde el exterior mientras Aragonés se limita a la gestión diaria del Govern en el marco autonómico.
Sin embargo, ambas partes rechazan la vuelta a las urnas (“Cataluña no se lo puede permitir”, dicen al unísono) y están seguras de que finalmente habrá un acuerdo de legislatura para afrontar cuanto antes los graves problemas de Cataluña. El inmediato debido a la pandemia y el mediato que ve el referéndum del 1-O como un mandato incumplido.
JxCat quiere aplazar la sesión de investidura de este martes -es previsible que lo consiga- y aprovechar los dos meses que otorga el calendario constitucional (hasta el 26 de mayo) para seguir negociando sin convocar elecciones. Que al final se convoquen o no poco añadiría a la presente situación de caos en la política catalana. Con la persistente desconfianza mutua entre ERC-JxCat y estando por medio la CUP, nada es descartable. Lo único que parece garantizado es la inestabilidad y el desgobierno de un territorio en franca decadencia económica y social.