Las pésimas relaciones entre los dos partidos independentistas de Cataluña hicieron saltar por los aires el primer intento de investidura del candidato de ERC, Pere Aragonès. No se descarta, incluso, una nueva convocatoria electoral, dado que es improbable que el próximo martes pueda haber acuerdo.
Y detrás de este conflicto, como el personaje de la “Cizaña” de las aventuras de Asterix, está el fugado Puigdemont que, pese a quedar sus siglas como la segunda fuerza, no se resigna a perder su poder de “gobernar en la sombra”. Pretende que el Consell de la Republica, un ente sin validez jurídica alguna y creado para que siga mangoneando desde Waterloo, tenga un papel primordial en la gestión de la Generalitat.
Aragonès, que ya se ha dejado pelos en la gatera en su negociación con la CUP, se niega a arrancar la legislatura maniatado por los socios. Una prueba del papel preponderante que el fugado pretende tener en la gestión del Govern fue su malestar cuando el candidato pidió su apoyo a En Comú Podem.
Puigdemont no quiere socios. Pretende manejar a Pere Aragonès como hizo con Torra.
Pero los de ERC, y Aragonès el primero, que para eso ha sido vicepresidente estos años, saben que ese peaje no lo pueden pagar. Además, su pretensión de buena relación con el Gobierno central, su estrategia de pactos y la promesa electoral de centrarse en la recuperación económica y sanitaria serían inviables.
Tampoco parece que la nueva presidenta del Parlament, Laura Borràs, de estricta obediencia a Puigdemont, vaya a poner las cosas fáciles. De momento, y aunque ambas fuerzas han reconocido que necesitarán más de una semana para lograr un pacto, si es que lo consiguen, ella ha convocado sesión para el martes.
Pretenden humillar al candidato con la incertidumbre y la amenaza de una nueva investidura fallida para obligarle a ceder.
Y mientras, empresarios, autónomos y la propia sociedad civil asisten atónitos a un nuevo enfrentamiento político, uno más, cuando los contagios del Covid vuelven a iniciar la curva ascendente.
Cataluña, que ha perdido gran parte de su riqueza empresarial, que huyó por conflicto y no tiene visos de regresar, necesita como agua de mayo los fondos europeos y el apoyo del Estado para recuperar una sanidad pública extenuada por los recortes y la pandemia.
La patronal catalana clama por la formación, cuanto antes, de un nuevo ejecutivo para afrontar la crisis. Pero unos y otros tendrán que esperar a que Junts y ERC decidan si son galgos o son podencos.