La entretenida conversación y agradable temperatura, poco habitual para estas fechas, nos habían robado la luz.
Nos despedimos de María y calle San Francisco abajo llegamos al templo de piedra y murales de González Collado. Al fondo, a la derecha, encontramos la mesa adecuada para seguir hablando.
—Decimos que la clase política es el reflejo de la sociedad; yo añadiría que también es el reflejo de un sector de esa sociedad, esencial para su desarrollo, como es el empresariado —retomaba el viejo Capitán.
Además del gran problema político de España, debemos reflexionar sobre otro grave escollo como es parte de la clase empresarial.
Salvando honrosas excepciones que han sabido desarrollarse y arriesgarse llegando incluso a ser grandes multinacionales, somos un país de minifundismo laboral. A mediados del siglo XVIII, curiosamente cuando el Estado creó esta ciudad, los ingleses lograron su revolución industrial que continuó en el resto de Europa, menos en España que dio la espalda.
Hace poco, los americanos iniciaron la revolución tecnológica y de la información de la que también vamos descolgados.
El empresario español, insisto salvo excepciones, se empeña en comprar la maquina y utilizarla, en vez de inventarla y desarrollarla, lo que a la larga condena su continuidad y expansión.
—Tampoco creo que tenga muchas facilidades —opiné yo mismo.
—Está claro, el exceso de legislación —sí juntamos el BOE con los de las autonomías tendremos el libro con mayor número de páginas del mundo— lleva al emprendedor a una selva de normas y burocracia, hay que justificar 18 Poderes Legislativos, cuando el Estado debería dar todas las facilidades. Pero siguiendo con los negocios, no siempre triunfa el más esforzado, el más meticuloso, el que procura formarse. Estos profesionales se encuentran con otra guerra de nuestros tiempos, la peor de todas: la difamación.
Esa arma que utiliza el que viéndose incapaz, en vez de cooperar con el que se esfuerza y aportar su grano de arena al triunfo de todos, se dedica a poner palos en las ruedas y a resaltar errores, que solo los tienen los que se arriesgan y logran que el equipo vaya adelante. Al mismo tiempo adulan al superior y destrozan al subordinado; tiempo atrás, usted los definió como los trepas, otra guerra más que no tiene fin. En muchas corporaciones no prospera ni el más inteligente ni el más mediocre, prospera el que mejor se adapta a los cambios, cuando lo hace el mediocre la empresa lo paga.
—Además, en ciertos sectores, se desprecia la experiencia, lo que no sucede otros países.
—Sí, así nos va —respondía Américo. Como bien sabe, a nosotros los Capitanes se nos llamaba “el viejo” tuviéramos la edad que tuviéramos; no dejaba de ser un reconocimiento a la persona que tenía mayor experiencia a bordo para llevar a buen puerto la aventura marítima.
Imagínese que debe ser intervenido quirúrgicamente, una operación delicada ¿Quién prefiere que lo opere? ¿Un profesional joven recién terminada su formación MIR o un cirujano con años de experiencia?
Sí va a coger un avión ¿no estaría encantado que lo pilotara el maduro aviador que aterrizo en Barajas con un solo motor y el tren de aterrizaje dañado?
El empresario, cortoplacista, que quiere ganancia inmediata, suele ser también el que desprecia la experiencia, se decanta por la nómina barata y tiene muchos boletos para cerrar.
—Independientemente de esto la situación política no ayuda —repliqué.
—Volvemos a los políticos; nos quieren hacer creer que hemos salido de la crisis que arrastramos desde el 2.007 y la realidad del 14% de desempleo nos deja claro que nunca hemos despegado.
Ni saldremos mientras sigamos apoyando políticas de recortes en investigación que provocan que invirtamos menos de la mitad de lo que hacen otros países.
Estamos en uno de los países del mundo donde más automóviles se fabrican. ¿Se ha preguntado cuantos de estos coches son de marcas españolas? El mundo prosperó gracias a la investigación. Aquí seguimos sin verlo gobierne quien gobierne . Un país que no invierte e incentiva el I + D + i es un país hipotecado en patentes ajenas.
El dinero de todos se va en aumentar de 13 a 22 ministros y un 40% más de altos cargos, hay que premiar los pactos. ¡Sí aun así estas medidas mejoraran la situación! pero hay que ver la realidad: cuando todos quieren ser funcionarios, 166.000 aspirantes para 4.000 puestos de trabajo en Correos, es otra muestra de que el país no va adelante a pesar de lo que nos cuente el “progresismo”.