or avatares de la vida, que tiene estas cosas, me he pasado las dos últimas semanas comiendo fuera de casa día sí, día también. Debido a ciertos infortunios, el lugar de destino era siempre el mismo y yo tengo que descargar todo esto que llevo dentro, porque madre mía qué percal... Como no soy nada acusica obviaré mencionar expresamente el nombre del local, pero sí diré que quien sea de Coruña o haya vivido un tiempo aquí, conocerá perfectamente esta cadena porque es mitiquísima. Ahí lo dejo.
Cada día era una aventura, oigan. La atención la verdad es que no era buena porque teníamos lío cada día, generalizado a todos los comensales. Si pedías cambiar la guarnición de patatas por arroz igual te traían una ensalada de acompañamiento. El café como lo pidas con mas de dos características, olvídate que van a hacer lo que quieran con él. La bebida veremos si te la traen correctamente y con el postre, igual. A mi además me debían de tener especial manía porque siempre pasaba algo con mi comida. En una ocasión que les pedí que me quitaran el queso fundido, decidieron también sacarme los dos huevos que llevaba el plato. Ellos velando por mi colesterol, claro que sí.
Sus explicaciones además eran concretas y concisas, ¿eh? Hasta el punto de quedarme clarísimo que la ternera iba EN salsa de champiñones. No con. EN, Irene, EN, que no te enteras, guapa. Todo con suma educación, sí, sí... Vaya por Dios.
Ya si analizamos el local arquitectónicamente no tiene ni pies ni cabeza, porque da unos giros que tú estás temiendo todo el rato que dos camareros colisionen de frente y ciao crema de calabaza con picatostes. La verdad que también es cierto que esos señores van en la llama y así, yendo por la vida sin cuidado, puede pasar de todo. El mejor era el que tenía toda la pinta de ser encargado, que venía siempre con una energía y un ánimo que tú pensabas: este desayuna dos tiritos de farlopa. En fin, ni confirmo ni desmiento.
Al que más tirria le cogí en estos días fue a uno que apodé como “Fernando Esteso” por la semejanza física más que nada. Un poco ranciete también parecía, pero lo destacable es que como doble para sus escenas de acción no tenía precio. De doble, digo, el Esteso fetén, porque el camarero lleva una vida laboral más ajetreada seguro.
Yo si tengo que trabajar ahí una semana acabo ingresada. Un “all in” a esa apuesta. Y no la pierdo señores.