HASTA ahora para identificar a un buen gallego había que fijarse en la solapa, si llevaba un pin con una estreleira, lo era; o en la parte trasera del coche, si lucía una pegatina con las letras “GZ”, también lo era. Pero ahora hasta los castellanos de Castilla –aquellos que tanto arrepiaban a Rosalía porque trataban a los gallegos de tal manera que cuando iban, iban como rosas y cuando volvían, volvían como negros– pueden ser buenos gallegos. Un tipo nacido en Soria que por motivos laborales viva no país puede ser tan buen gallego como un natural de Sarria o de Allariz. Así lo ha determinado el Beneguai, cuya campaña para las elecciones generales tratará de conseguir el voto de quienes no son nacionalistas. Todo un paso adelante, pero que confirma que Ana Pontón, el rostro humano del Bloque y, por lo tanto, la patrona de la casa común de la izquierda, aún ve muy vacío el inmueble. ¿Habrá que volver a las soluciones habitacionales de 25 metros cuadrados? ¡Ah!, por cierto, ¿se admitirá como huésped a uno de esos neogallegos que se presente vistiendo un polo con ribetes rojo, amarillo y rojo en la manga?