Un horizonte a la vista

La sociedad actual se mueve a tanta velocidad –especialmente en internet– que no siempre da tiempo a ver lo que está pasando; menos aún a reflexionar sobre ello. Lo que sucede en la política no constituye una excepción en ese sentido.

El tobogán de la política española, cada vez con más ramificaciones partidarias, no solo da sensación de vértigo sino que proyecta la idea de que todo está cambiando, lo cual sería cierto en la dinámica de Heráclito –todo fluye, nada permanece–, pero no lo sería tanto si examinamos sus componentes, que en esencia son los mismos de siempre, agrupados de manera distinta y con vasos comunicantes que suben y bajan.

La crisis económica –y social– alumbró más partidos y radicalizó las posiciones de algunos, especialmente las de aquellos que supieron canalizar distintos tipos de malestares (paro, desigualdad, pobreza, etcétera). 

Pero las ideologías básicas siguen siendo las mismas de siempre y van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda pasando por los conservadores, los liberales, los socialdemócratas y los comunistas, con el añadido en algunas comunidades autónomas de nacionalistas e independentistas, a su vez con tendencias ideológicas de izquierda y derecha. Siempre fue así desde el final de la dictadura, cuya Transición también dio cierta cancha a los anarquistas y los verdes.

La novedad no está tanto en la nómina de tendencias ideológicas como en su vertebración y en sus tentaciones populistas, dos cambios comprensibles en un contexto de crisis económica severa. Si en la base de la sociedad hay problemas y los partidos tradicionales no saben resolverlos es hasta cierto punto normal que aparezcan otros “salvadores”’, con todo tipo de artes políticas. Del mismo modo que será normal que cuando no haya tanta tensión en la base todo vuelva a encauzarse sin radicalismos, sean cuales sean las siglas resultantes.

Marcas nuevas como Vox o Podemos tienen en común la novedad y un cierto toque populista pero poco más. Vox es, en realidad, una escisión del PP, capaz de movilizar votos en su ámbito que el partido de la mayoría natural de Fraga había perdido. Por su parte, Podemos es la transformación de un movimiento social, el 15-M, en un partido político con vocación rupturista.

El escenario político de futuro va a depender mucho de cómo evolucionen la creación de riqueza y su reparto. No solo para fijar los límites de los partidos más radicales en el conjunto de España, sino también los de los independentistas catalanes. 

Una España más moderna y menos desigual podrá aspirar a reducir –en las urnas– el independentismo, haciendo posible el encaje de Cataluña. Es un horizonte probablemente lejano pero es un horizonte a la vista.

Un horizonte a la vista

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