Decía aquella extraordinaria publicación llamada La Codorniz, que toreó cuanto quiso la censura del franquismo, que “donde no hay publicidad, resplandece la verdad”. Y esto ocurre con la cafetería Pivito, sita en la coruñesa avenida del General Sanjurjo y con salida en su terraza a la peatonal calle de A Gaiteira.
Para empezar, digamos que Pivito, donde también se sirven alguna comida, es una especie de areópago, patio de monipodio o punto de citas de intelectuales, políticos, abogados, artistas del “todo Coruña”. La cafetería se ha convertido en La Meca del buen saber y mejor hacer de los coruñeses. Allí se preparan pleitos, se arreglan enemistades políticas o se esbozan piezas artísticas, todo presidido por una completa hemeroteca que es consultada incesantemente.
No quieren más “chapuzas” en A Gaiteira y apuestan por una reforma integral, racional, justa y positiva
La cocina de la cafetería está a cargo de la sin par María, emporio de las buenas cocineras y un pozo de simpatía. Rige la cafetería el diligente, cáustico y preparadísimo Emilín, que ya se ha hecho un lugar de excepción en la restauración. Y completa el trío de infatigables trabajadores el joven “garçon” Juan Jesús Bello Muiños, cuya cara angelical, adornada con un diabólico “percing”, es el retrato vivo de un trabajador nato y notable encantador de serpientes.
Y todo este concierto de trabajadores y clientes están considerando a fondo una cuestión batallona: No quieren más “chapuzas” en A Gaiteira y apuestan por una reforma integral, racional, justa y positiva para el barrio, en particular, y la ciudad, en general.
Además, quieren que se busque una solución para acabar con los atascos en los Caídos. “Son moitos cartos para gastar sen pensar”, dicen en la organización Oza-Gaiteira-Os Castros.
Y tienen razón: están hasta los cataplines de obras nefastas. Ahora, exigen una consulta sobre el futuro de la mediana de General Sanjurjo.
De todo esto se habla en el Pivito. Los vecinos quieren intervenir y no que se lo meriende todo el concejal Flores. Los vecinos supieron votar y los hoy concejales suplicaban el voto.
Ahora, la gente quiere intervenir y evitar nuevas animaladas.