Nocturnos

Sigo a vueltas con los personajes de Andrzej Stasiuk de la Galitzia polaca. Un país admirable por sus bosques, la dignidad de sus gentes y su lucha épica pro su independencia y libertad. 
Con rivales muy incómodos en las fronteras. Punto de intersección de culturas y deseos ajenos por someterlos. No olvidemos que la invasión de Polonia por el ejército alemán desató la última guerra mundial, que los bosques de Katyn fueron cementerio de soldados asesinados por las tropas soviéticas y el territorio nacional ocupado por la URSS. 
Ello sin olvidar las persecuciones judías en Varsovia, los campos de concentración y la destrucción y el caos propagados por la emisora polaca independiente, sus frases de aliento y ánimo. La maravillosa música de Chopin servida en nocturnos que alcanzan el alma. Punto establecido por los ejes de abcisas y ordenadas geográficas en Europa central. Los Cárpatos. Topónimos.
Un diálogo profundo, desgarrado y realista de óleos, murales, pinturas y acuarelas. 
La memoria se enciende luminosa y permite ver bailar lo invisible y lo presente. Individuos de una pieza pasean sus bondades, incidencias domésticas y se detienen cuando acuden a beber cerveza. El bosque, el viento, la  lluvia, los ríos, las aldeas adquieren naturaleza ósea y se hacen cosas en tractores estropeados, relojes rusos de pulsera y familias muy creyentes cargadas de hijos. Lugares concretos. Montes, valles, ríos. Comercios, tascas, iglesias.
Estos personajes se hicieron transparentes como sus sueños. Esos que jamás se recuerdan al despertarse. El resplandor desintegró sus cuerpos  para que se olvidaran de sus nombres y sus formas, de su dolor y de su carga, y del tiempo que anida en las venas y se parece al plomo o la arena caliente y nunca, pero nunca jamás concede un momento de descanso… 
Un loco afiebrado que acude a echar su demencia fuera de sí y se le niega el paso. Un cráneo desierto y una llave vacía.

Nocturnos

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