i recesión mundial, ni promesas electorales disparatadas ni pactos pre o post electorales, ni impeachemnt ni Brexit. Nada de nada. Lo que todos estamos esperando es “la sentencia”. Ni siquiera hay que decir qué sentencia. Cada día –incluidos fines de semana– los jueces españoles escriben o dictan casi dos mil sentencias, pero solo esperamos una. Durante meses se ha hecho una compleja y detallada instrucción de los hechos, se ha celebrado un juicio modélico, con todas las garantías y con transmisión directa de todos y cada uno de los momentos. No se ha ocultado nada a nadie. Las acusaciones y las defensas han actuado con absoluta libertad y han presentado todas las pruebas que tenían. El tribunal de los siete ha tenido tiempo para estudiar cada resquicio legal y toda la doctrina anterior. Seguramente cada palabra ha sido objeto de debate y no quiero decirles el fallo final, sea el que sea. Se dice –porque el presidente del tribunal no dice nada– que Marchena quiere unanimidad. Y yo creo que la va a haber. Pero también saben el presidente y los restantes miembros del tribunal que sea cual sea la sentencia, habrá recursos hasta el infinito posible, manifestaciones de protesta y críticas en todas las direcciones. Que a unos les parecerá durísima e injusta y a otros les parecerá muy poco.
Yo estoy seguro de que va a ser una sentencia justa que dictaminará sobre los hechos probados en el juicio. La verdad judicial. Porque hay muchas verdades, pero ante un tribunal solo vale aquello que se ha podido probar. Ni lo que pensamos cada ni las intenciones. Y que los jueces aplicarán las leyes que han aprobado previamente los políticos y no otra cosa. En este país, con excepciones como en cualquier profesión, tenemos unos jueces excelentes, bien preparados, independientes y, en la medida de lo posible, ajenos a las presiones exteriores. Y cuanto más alto es el nivel de los tribunales, mayor es la experiencia, mayor el rigor, mayor la capacidad de aplicar las leyes con justicia. Con errores, reitero, pero no más, seguramente menos, que en cualquier otro ámbito profesional. La Justicia funciona mal en muchas cosas, pero tenemos jueces excelentes.
Manuel Marchena ha presidido un juicio transparente, lo ha dirigido con mano maestra y con una absoluta paciencia. Conozco personalmente a alguno de los miembros del tribunal y sé de su absoluto rigor. Todos ellos saben lo que se juega en esta batalla, pero estoy seguro de que eso no les va a doblar la mano en ningún sentido. Esta sentencia es muy importante porque se va a mirar con lupa dentro y fuera de España y puede ayudar a mejorar esa imagen de la Justicia, como ha pasado ya con el juicio.
Luego tendrá que actuar la política. Y los políticos deberían exigirse una altura profesional y moral como la que están demostrando los siete jueces de este juicio. “La Justicia es una máquina que se mueve por sí misma en cuanto se la acciona una vez”, decía John Galsworthy. Los políticos se han mostrado incapaces de buscar soluciones a un problema o lo han creado artificialmente saltándose la ley. Los jueces solo han hecho su trabajo. Duro y difícil trabajo. Dura ley, sed lex. Para todos.