LECCIONES DEL PXOM DE VIGO

En plena vorágine política, la semana pasada saltó la noticia económica de la anulación por el Tribunal Supremo del Plan Xeral de Ordenación Urbana de Vigo aprobado en 2008 que venía a dar seguridad jurídica a la reactivación de la economía del concello, escarmentado por la anulación de un plan anterior. 
Fue una pésima noticia porque paraliza la actividad inmobiliaria en general y del sector de la construcción en particular, con graves repercusiones económico-sociales para Vigo, para su área metropolitana y para toda Galicia, que también se beneficia del dinamismo de la ciudad olívica. 
Aunque voces y plumas acreditadas analizaron pormenorizadamente la sentencia y sus consecuencias, no me resisto a hacer tres consideraciones. La primera, que ahora es el momento de buscar soluciones, pero no hay que olvidar pedir responsabilidades. Un Plan de Ordenación Urbana es un documento especialmente relevante que marca el camino del desarrollo de un concello para muchos años. Por eso, los supervisores que validaron una chapuza que causa enormes prejuicios a particulares, a empresas y a la ciudad y su entorno, deberán pagarlo políticamente 
La segunda reflexión es sobre la lentitud de la justicia. El fallo del Supremo, que llega siete años después y encuentra actuaciones realizadas, paraliza ahora muchas otras inversiones e iniciativas urbanísticas y deja en el limbo jurídico a inversores y promotores. Que la justicia sea tan lenta es un mal endémico y un importante déficit democrático y ya toca que el poder judicial, pata fundamental del Estado, sirva a los ciudadanos con más rapidez.  
Para la última reflexión rescato el dicho popular “no hay mal que por bien no venga”. La crisis originada por la anulación del Plan de Ordenación Urbana sirvió para demostrar que aún es posible la colaboración entre instituciones. El Ayuntamiento de Vigo lanzó la señal de socorro y la Xunta olvidó viejos agravios del alcalde –el discurso de que la Xunta desprecia o se olvida de Vigo o el obstruccionismos en el proceso del Alvaro Cunqueiro–, se vistió del traje de “gobierno para todos los gallegos” y acudió en su auxilio, comprometiendo todo el aparado burocrático-administrativo para buscar soluciones. 
Es otra buena lección de colaboración que debería impulsar al alcalde a prescindir de tantos intereses partidarios, que generan localismos improductivos, para colaborar en proyectos de más amplio alcance que benefician a todos.   

LECCIONES DEL PXOM DE VIGO

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