Un contexto de cambio acelerado y constante, que plantea a la sociedad actual del conocimiento desafíos trascendentales como el de un crecimiento equitativo y sostenible, requiere de una Universidad que sea capaz no sólo de adaptarse, sino de liderar el cambio.
Con estas palabras se cierra la llamada Declaración de Salamanca, fruto de las reflexiones que setecientos rectores y altos representantes académicos de veintiséis países han mantenido en la capital castellano leonesa en el marco del séptimo centenario de su Universidad, la más antigua, como se sabe, de España y del mundo hispánico y reconocida en 1254 como uno de los cuatro grandes centros de estudios superiores de la época junto con Oxford, París y Bolonia.
Celebrado bajo el lema “Universidad, sociedad y futuro, este cuarto Encuentro internacional Universia orientó los debates en aspectos estratégicos como la aceleración de la innovación y la globalización, los cambios demográficos, la contribución de la investigación científica a la mejora de la calidad de vida y la preparación de jóvenes y adultos para un mercado laboral más complejo y apenas predecible. Y todo ello para concluir la gran responsabilidad que tienen las Universidades en este novísimo entorno.
Entre las acciones y programas apuntados como especialmente relevantes para la Universidad de los nuevos tiempos cabe destacar el fomento de las competencias transversales de los estudiantes y de nuevas titulaciones, en especial las relacionadas con las ciencias computacionales, la inteligencia artificial, la ciencia de datos y la tecnología.
No obstante todo ello, en esta atmósfera técnica y tecnológica de ese porvenir que ya es presente, pero que aún es pronto para vislumbrar cómo irá cristalizando, sobresale, a mi juicio, la recomendación que se hace por poner un mayor énfasis en la educación humanística. Fueron varios los ponentes que insistieron en la necesidad de preservar los viejos valores humanistas de la Universidad frente a la empleabilidad inmediata; la necesidad de primero amueblar bien la cabeza para poder enfrentar, de modo solvente y acertado, los desafíos del mundo digital, por emplear palabras del rey Felipe VI en el acto inaugural de las jornadas. “La Universidad se ha tecnologizado mucho. Pero no podemos fabricar máquinas de producir, sino de pensar”, apuntó uno de los ponentes.
Y es que la potenciación de las Humanidades está siendo vista con especial atención como complemento necesario de los tiempos tecnológicos que vivimos. En Francia, por ejemplo, el Gobierno Macron ha sacado a las lenguas clásicas del invernadero en el que las habían metido Hollande y su primer ministro Valls hace ahora cinco años.
Pero sin tener que ir tan lejos, nuestro recentísimo ministro de Cultura, José Guirao, se ha manifestado en la misma feliz idea: en la conveniencia de establecer una urgente alianza con colegios e institutos de Secundaria para fomentar las Humanidades. Nada que ver con el guay Máxim Huerta. Afortunadamente.