En cada ocasión en la que se produce un encuentro entre autoridades marroquíes y españolas -el último ha sido el de los ministros de Interior-, se produce un intento masivo de asalto a la valla fronteriza bien sea en Ceuta o en Melilla. Es un clásico. En esta ocasión el salto de una gran multitud de emigrantes procedentes del Sahel y de otros países del África al sur del Sahara se saldó con el fallecimiento de uno de los emigrantes. Al redactar estas líneas se desconocía el resultado de la autopsia aunque algunas fuentes avanzaban que podría tratarse de un infarto. También hubo algunos heridos entre los 223 que intentaron, con éxito, rebasar la valla. Nueve guardias civiles resultaron lesionados.
Ya digo que es un clásico este tipo de correlación entre los encuentros de autoridades de uno y otro país y los intentos masivos de cruzar ilegalmente la frontera. Pero, sin tratar de disculpar las oscilaciones de la política que sigue Rabat en relación con este problema, es de justicia recordar que Marruecos soporta una gran presión migratoria.
Miles de emigrantes procedentes de países africanos del sur llegan a su territorio y acampan en las cercanías de la frontera con las ciudades españolas de Ceuta y Melilla a la espera de la oportunidad de dar el salto. Contener esa riada humana supone tiento y gastos. Y resulta que a diferencia de lo que ocurre con Turquía que recibe partidas millonarias de la Unión Europea como compensación por los gastos que generan la llegadas de los miles de refugiados que huyeron de la guerra en Siria y de emigrantes de otros países, a Marruecos se le prometió una partida de 140 millones de euros que todavía siguen esperando.
Para España las buenas relaciones con Marruecos son capitales. Una cuestión estratégica. Es de justicia que nuestros vecinos reciban esa ayuda de Bruselas y nos interesa que sea cuanto antes. El incremento de la presión migratoria se hace cada día más patente. España,al igual que Grecia, Italia o Malta son la frontera sur de la Unión. De toda la Unión Europea.
Convendría, pues que se regularizaran las ayudas. Todo ello a la espera de formalizar los habituales contactos al máximo nivel entre Madrid y Rabat: sigue pendiente una visita oficial de los Reyes a Marruecos y está sin concretar el viaje del presidente Pedro Sánchez. En esta ocasión son retrasos no imputables a la diplomacia española.