El día después

uchos dicen que hubo grandes sorpresas en las elecciones del pasado domingo, sin embargo, la cosa no fue para tanto porque lo sucedido era casi de esperar. 
Es cierto que Ciudadanos, arrogándose la representación de la nueva derecha española, le hizo mucho daño al PP dado que una parte importante del electorado popular le dio su voto al partido de Albert Rivera. Por lo tanto, podríamos decir que el gran perdedor de ese día fue Pablo Casado.
Pero también lo fue Unidos Podemos y sus franquicias autonómicas. Aunque eso también se esperaba. Después de escenificar tantas desavenencias el resultado pudo ser incluso mucho peor, quizá Iglesias salvó los muebles en el último debate televisivo. Lo curioso es que fueron ellos mismos los que echaron a perder su proyecto de izquierdas. De no ser así los socialistas hubieran estado jurando en arameo a estas alturas. 
En cuanto a los ganadores, hay quien opina que fueron los socialistas. Y desde luego, la socialdemocracia europea lo está celebrando, sus líderes creen que con la subida de Sánchez hay esperanzas. Aunque haciendo un alto, uno pone en duda que lo ocurrido aquí signifique su recuperación, por la sencilla razón de que está comprometida desde hace tiempo con el modelo liberal. Un modelo que aunque los medios oficiales lo nieguen por activa y por pasiva está en bancarrota social y política. O al menos no es viable como solución razonable y equilibrada para enfrentar los grandes retos que se avecinan para el mundo. Pero ese ya sería otro tema.
Siguiendo con el análisis electoral. Muchos se alarman por la subida de Vox. Sin embargo, tampoco fue para tanto, teniendo en cuenta que desde hace tiempo en otros países europeos existen fuerzas políticas de extrema derecha; lo sorprendente es que no hubieran aparecido antes aquí. La única explicación razonable es que formaron parte del PP durante mucho tiempo, pero ahora decidieron que era el momento de abandonarlo y presentarse en sociedad. 
Por lo tanto, se dieron a la tarea de intentar seducir a un importante sector social de descontentos, retomando y poniendo en valor algunas de las viejas consignas franquistas para llegar a potenciales votantes. Un franquismo descafeinado, selectivo, con un recetario económico que se parece más al de Bolsonaro que al de Falange, que apunta al deseo de llevar el modelo económico neoliberal a sus máximos, incluso por decreto si es necesario, para que unos cuantos se hagan todavía más ricos y el resto más pobre. 
Aun así hay quien dice que si saben manejar inteligentemente su grupo en el Congreso de los Diputados pueden llegar a dar, en un futuro no lejano, la gran campanada. Puede ser. En un mundo cambiante todo es posible. Aunque lo tienen difícil, puesto que ni ellos se parecen al Frente Nacional francés de Marie Le Pen ni la historia de este país es la gabacha, por lo tanto, parten de valores muy diferentes. Además, es difícil que su propuesta social y económica pueda atraer a grandes masas.
Pero dejando a un lado el “fenómeno” de Vox. Podríamos decir que el gran ganador fue Albert Rivera, seguido de Pedro Sánchez. Considerando que este último hasta no hace mucho lo tenía todo en contra, desde el aparato del partido, controlado por un pequeño grupo de reaccionarios que no  querían dejar siquiera que se presentara a las primarias, hasta los medios de comunicación que le cayeron en pandilla. Pero ahí está con sus 123 diputados.
En todo caso, que la izquierda de a pie no se haga demasiadas ilusiones por su triunfo. El partido se debe al Ibex 35, a las eléctricas y al capitalismo financiero, ese que no crea riqueza en los países sino que los convierte en casinos de juego. Así que, si Sánchez en un momento dado lo escoró a la izquierda fue porque Podemos lo obligó. Y eso fue lo que salvó al partido. Porque es obvio que si sigue los “consejos” de Felipe González hoy la bancada socialista poco más sería que testimonial.
En resumen, no hubo grandes sorpresas, al menos como las que ocurren en otros países. Los resultados, salvo alguna que otra variación para arriba o para abajo, eran bastante previsibles y también predecibles. 
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El día después

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