Rabia separatista

Los comportamientos de los dirigentes separatistas catalanes, y sus palanganeros podemitas encabezados por Colau, ante la presencia del rey responden más que a nada a una profunda frustración. Para hablar en castellano claro: están que rabian y su reacción responde más a esa pulsión que a cualquier racionalidad.
El separatismo catalán sabe, siente y pena ante una realidad obvia: la independencia no será, no ha podido ni puede ser “y además es imposible” que diría Juan Belmonte. Lo decían las leyes, la Constitución, lo votado y comprometido, la historia y el sentido común y ahora lo han dicho las empresas, el turismo, Madame Economía y Monsieur UE. Por decirlo se lo ha dicho hasta Artur Más, que les ha confesado que los engañaron como a payeses y los trataron como a paletos.
Torret, “el pasmado”, así se quedó cuando jueces, fiscales y abogados le dejaron con la palabra en la boca y no la recuperó hasta llegar al “tuit” y la cada vez más desplumada, de tanto vérsele el plumero, Ada Colau, decidieron un desplante que en realidad es desplantar a propia su ciudad, Barcelona, y a Cataluña. Es la muestra evidente una inmensa frustración, de una rabia impotente que ellos exteriorizan de esta manera mientras que sus tropas de orcos la hacen visible en Manresa descolgando la placa de “Plaza de España” y pisoteándola en el suelo. Es lo mismo y responde a una misma pulsión: Rabia, impotencia y frustración. Todavía mayor cuando su propia encuesta les avisa de que el separatismo ha bajado ocho puntos en tres meses, que roza apenas ya un 40% mientras que el “No” con un 53%, supera por primera la mayoría absoluta entre la ciudadanía catalana. Para que se lo hicieran mirar, al menos. Pero no. Ni lo pensarán.
El fanatismo, la víscera prevalecen. La razón y el futuro no parecen importar. Poner en peligro para Barcelona un evento de esas dimensiones cuando además se esta produciendo una desbandada generalizada carece de importancia. ¡Qué le importa a la republica un cerro más o un cerro menos!. Lo único que importa es el titular y que se sepa que le hemos hecho un feo a España y al rey. Que eso tenga consecuencias económicas perversas, que suponga recesión y pobreza, eso es algo baladí para la “causa”: desperdicios. Y como en este caso, además, a la sectaria insensatez separatista se une la viejuna inmadurez de adolescentes que ya no lo son pero lo padecen y nos hace padecer todo el pescado está vendido. Para peor, claro está.
Esto es lo que hay. Y no es mucho más que esto lo que esta en la pescadería. Pero no es para alegrarse. Porque esa frustración esa rabia y ese odio quedan ahí, instalados en una buena parte de la población, cada vez más enconados, se retroalimentan y hierven en su propia olla podrida y con ello habrá que lidiar. Porque seremos, por supuesto, todos los demás, los “otros”, los responsables de su fracaso, de sus mentiras y de su descalabro. Por la senda que llevan, también seremos los culpables de que el Mobile World Congress se piense si debe seguir en un lugar donde manda gente así.

Rabia separatista

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