Inhumana humanidad

se podría hacer alguna gracieta a propósito de la quedada presidencial en el emblemático Doñana nombrando al lince ibérico, el águila alemana, el gallo francés o el lobo italiano; advirtiendo de la contradicción que entraña elegir ese paraíso para animales para tratar un asunto tan grave como es la marea humana que el huracán de injusticias, hambrunas y guerras arrastran de las manos de las mafias a esos espacios libres de caza que son nuestras costas.
Se podría, digo, pero no cabe, son hombres, no bestias.
No deberían abordarse de modo bilateral asuntos que conciernen al conjunto de Europa y que, por tanto, deberían zanjarse en el seno de ese parlamento. Pero Europa es eso, una sabia combinación de conspiraciones y traiciones que lejos de debilitarnos nos van fortaleciendo, porque, no se trata, como parece, de ablandarnos sino de endurecernos al extremo que exigen estas decisiones y para ese fin qué mejor que estas alianzas a dos bandas para una carambola imposible: la de dar solución a los problemas que provocan esos desplazamientos, o, cuando menos, mitigar y ordenar sus consecuencias.
Al final, nada nuevo, en el plácido parque el lince y el águila van a acordar untar al león del atlas para que sea la concertina de este concierto de lamentos que nadie desea oír ni interpretar. En fin, dar dinero al fénec, astuto aduanero del real dromedario de esa idílica frontera que amortigua el drama y acalla su maldad.

Inhumana humanidad

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