penas tres meses y medio después de haber revisado al alza las estimaciones de crecimiento de la economía nacional para 2019, el Banco de España ha dado estos días un giro total en sus proyecciones y ha hecho un drástico ajuste a la baja no sólo para el ejercicio en curso, sino también para los dos siguientes: cuatro décimas menos –casi medio punto– que en su informe de junio, hasta dejarlo en un 2 por ciento para este año.
Por otra parte, en 2020 la perspectiva de crecimiento del PIB se situaría en el 1,7 por ciento y en 2021, en el 1,6. En medio de sus frecuentes discrepancias, nunca el Banco de España –se ha dicho– había sido tan duro y rotundo con el Gobierno.
¿Qué ha cambiado en tan poco tiempo como para justificar tal vuelco en los pronósticos? Es la pregunta que cabe hacerse y a la que ha contestado la propia institución que gobierna Pablo Hernández de Cos. Por un lado, la reconsideración efectuada al efecto por el Instituto Nacional de Estadística (INE), para quien el enfriamiento económico no solo empezó antes de lo estimado inicialmente, sino que también es más profundo que lo calculado entonces.
Al tiempo, el empeoramiento del escenario internacional (guerra comercial Estados Unidos/China, bréxit duro, debilidad de la zona euro, precio del petróleo), pero también la “persistencia de la incertidumbre política” en nuestro país, que comienza a ser un lastre para la economía.
Cuatro elecciones generales en menos de cuatro años y, sobre todo, las incógnitas sobre el rumbo que podría tomar la política económica tenían necesariamente que dejarse notar. Y el informe del Banco de España es explícito y advierte: “La prolongación de la indefinición política y la ausencia de la actividad legislativa están retrasando la adopción de las medidas necesarias para atajar las vulnerabilidades que todavía subsisten en la economía española y aumentar su capacidad de crecimiento”.
Más gráficamente lo ha puesto de relieve el director general de Economía y Estadística del Banco, Óscar Arce: “Hay que aprovechar mientras el sol todavía brilla para arreglar el tejado”. Esto es, aprovechar que aún la economía española crece prácticamente el doble que en la eurozona para acometer inevitables reformas pendientes. Léase, entre otras: reforma del sistema de pensiones, reducción de los elevados niveles de deuda pública y corrección de desequilibrios del mercado laboral.
De todas formas, el alto ejecutivo del Banco reconoce que no será fácil acometerlo en el actual escenario político, donde la convocatoria de nuevas elecciones prácticamente imposibilita que este año se apruebe un Presupuesto. Habrá, sin duda, una nueva prórroga de las cuentas públicas, que convertirá las de Montoro, de 2018, en las más longevas de la historia de la democracia y dejará la economía desarmada hasta bien entrado el ejercicio de 2020. Es decir, en pleno proceso de enfriamiento.