BURLADERO INNECESARIO

Comprendo que tiene que ser poco o nada agradable llegar a una casa amiga y que te reciban de buenas a primeras con un improperio. Fue lo que le sucedió el otro día al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, cuando, apenas sentado ante los micrófonos de la cadena SER, le tacharon de contrarreformista; es decir, de reaccionario e involucionista, que es el lenguaje utilizado últimamente por la izquierda política y mediática para descalificar de entrada las reformas que en el llamado orden de las costumbres y usos sociales tiene entre manos el Gobierno.

Casi sin recuperar el aliento –segunda pregunta-, le plantearon al exalcalde de Madrid cuál venía a ser su postura personal sobre el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Y ahí el señor Ruiz-Gallardón se metió en un jardín innecesario al asegurar que él no veía causa de inconstitucionalidad en la normativa vigente.

Y digo innecesario porque en una cuestión que podríamos decir “sub iudice”, por estar pendiente de un recurso ante el Tribunal Constitucional, un ministro y todavía más un ministro de Justicia que tiene este tema bajo su competencia gubernamental, no puede tener de cara al exterior opinión propia.

Le hubiera bastado con dar, como tantas veces, una larga cambiada sencilla y haberse limitado a exponer la posición del partido. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué se metió donde no debía? ¿Para salvar su imagen personal ante el acoso de la progresía, aunque con eso complicara la vida al Gobierno y al partido?

De todas formas, el ministro deslizó a lo largo de su conversa alguna que otra afirmación, a mi juicio, un tanto problemática. En relación, por ejemplo, con la consideración como matrimonio de las bodas gays reiteró que “estamos obligados a seguir la doctrina del Constitucional cuando éste se pronuncie al respecto. El criterio del PP es que estaremos a lo que diga el TC. Éste nos marcará la pauta legislativa”.

Ya sabemos que el ministro es fiscal pata negra de oposición. Pero tal vez por su largo alejamiento del mundo del Derecho no reparó suficientemente en que el TC actúa como legislador negativo. Esto es: que se atiene a establecer los límites constitucionales que no se pueden ni se deben traspasar, y que sólo en ese sentido sienta doctrina.

Dentro, pues, de esos límites marcados por la justicia constitucional, el legislador positivo tiene amplio campo de actuación para sus propias alternativas políticas. El Tribunal puede establecer que una determinada norma no violenta la Constitución. Pero ello no quiere decir que esa norma sea la única posible y la única constitucional. En consecuencia, hacer del TC un burladero para no definirse puede ser síntoma de una falta de principios o de un miedo al qué dirán.

BURLADERO INNECESARIO

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