Un año, más, de hastío

ay hastío en esta comarca y hasta es posible que más de uno se pregunte si acaso no lo ha habido siempre, al menos en lo que a las últimas décadas se refiere. El año que hoy concluye no se ha diferenciado ni mucho menos de los que le precedieron. Ferrol es, todavía, la cabecera de una comarca en la que aún se puede incluir a las del Eume y el Ortegal, pero es, a un mismo tiempo, cada vez, menos ciudad.
Es cierto que el derrotismo forma parte de nuestra forma de ser, pero sería erróneo prescindir de él o que, como más de alguno piensa, lo acertado sería hablar solo en positivo. Qué aspectos podemos hacer encajar en este último adjetivo es precisamente lo difícil. Hay proyectos industriales, universitarios o sociales que al menos alivian ese permanente estado de crisis que forma parte de nuestro estado de ánimo y que solo de vez en cuando se percibe como tenuamente alejado cada vez que se cumple un compromiso sobre la carga de trabajo, la mejora de infraestructuras o de servicios, pero del que, de algún modo, como si a un acontecimiento positivo tuviese obligatoriamente que seguir un reflejo negativo, es difícil de escapar. 
Pensar en que, aun con vistas a todo un año, los astilleros ferrolanos de Navantia tendrán plena actividad, encuentra así su antagonismo en situaciones como la de Endesa, principal central térmica eléctrica del país. La creación de empleo en las factorías navales encontrará, por lo tanto, su antítesis en la pérdida de contratos que supondrá la clausura del complejo pontés, como ya se ha constatado, y aún más en relación con los resultados de explotación de las dársenas ferrolanas, hasta el momento las de mayor crecimiento porcentual en cuanto a volumen de tráficos.
Si la perspectiva económica no es ni mucho menos halagüeña, tampoco lo es la que se deriva de la gestión política. En el plano del desarrollo municipal de la comarca, la última década ha servido para constatar hasta qué punto la continuidad de un determinado signo político al frente de los gobiernos municipales permite explicar por qué municipios como Narón han registrado tan elevados índices de crecimiento. Mientras que Ferrol ve descender, en datos dramáticos, su población, el vecino ayuntamiento no para de crecer en este ámbito. Lo ha hecho a costa del desarrollo urbanístico, la mejora de los servicios o la disponibilidad de un suelo industrial capaz de seguir acogiendo a nuevas empresas, pero es evidente que, como demuestra la realidad, la permanencia en el poder de un gobierno que, desde la mayoría, no prescinde del pacto como medio de colaboración, ha sido la clave.
Todo lo contrario, esta última circunstancia, que la que acompaña a Ferrol. La alternancia tradicional entre PSdeG y PP se ha visto interrumpida en 2015 hasta este año que ahora termina bajo la marca de una Marea cuyo balance se puede calificar de desconocido; y no porque no se sepa que la inexistencia de mínimas y exigibles ambiciones o intereses han definido al Ejecutivo local de Jorge Suárez, sino porque incluso este se ha convertido en un primer edil que ha pasado del activismo –como él mismo lo definía– a la ausencia permanente de toda realidad y compromiso. 
Que un gobierno municipal solo pueda presentar como balance de cuatro años la remodelación de una plaza habla sobradamente del estado de parálisis vivido. Por no recordar que en este periodo únicamente se elaboraron, y aprobaron, los presupuestos de 2019 o que la unión efectiva de la izquierda ferrolana como forma de gobierno es más una quimera que un hecho, tras repetirse el fiasco de pacto del socialista Vicente Irisarri en 2007 con el que se fraguó en la figura de Beatriz Sestayo, “exiliada” política tras llegar a presidir un organismo oficial.
Seguimos, además, a expensas de la constatación de que los gobiernos “amigos” no son, ni mucho menos, garantía suficiente para favorecer el cambio de rumbo al que se aspira, o en la deriva en la que nos hemos enquistado. Y, sin embargo, esta ciudad, esta comarca, se mantiene viva y guarda todavía esperanza en que ni los colores políticos ni las veleidades de los personalismos la condenen del todo.

Un año, más, de hastío

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