No se sabe muy bien a quién habrá que recurrir para vislumbrar cuál es en verdad el horizonte político que de sí tiene trazado Feijóo: si a las sacerdotisas del oráculo de Delfos, a las sibilas, a los arúspices especializados en leer el hígado de los animales sacrificados, a los augures, al vuelo de los pájaros o a alguna otra de aquellas tantas instancias adivinatorias del mundo grecorromano que gozaban de una reconocida facultad para escrudiñar el futuro.
Y es que si siempre supo ser hábil para ponerse de perfil, en el proceso recién rematado de elección del nuevo presidente del PP ha batido todos los records. Contó aquello de su compromiso con Galicia hasta 2020 para justificar su no presentación como candidato, aunque días después añadió un “como mínimo” para no dejar del todo cerradas las ventanas. Y ya con lo de su opción tanto personal como de presidente del PPdeG sobre Casado o Sáenz de Santamaría, ha rizado el rizo.
Primero anunció que se pronunciaría una vez celebrada la primera vuelta; es decir, para cuando habrían de quedar sólo dos finalistas. Después lo fue demorando alegando consultas previas varias. Y al final, como se sabe, terminó por no decir ni mus. “Por coherencia”, alegó por último. Supongo que muchos se estarán preguntando por qué no invocó desde el comienzo tan saludable virtud.
No obstante, a lo largo y ancho del congreso Feijóo se dejó querer. Y ver. Hasta se levantó para agradecer los cariñosos aplausos que los compromisarios le dedicaron cuando su persona y su gestión fueron glosadas por el propio Casado. En realidad, fue uno de los protagonistas del cónclave popular hasta el punto de haberse convertido para los medios en una especie de presidente en la sombra. Barón de barones.
Tengo la impresión de que no va a haber decisión importante de Casado que no vaya a ser chequeada mediáticamente de inmediato con el parecer del barón gallego. Algún entusiasta ya le ve en Moncloa como “el deseado” porque el elegido en el congreso perecerá, a su juicio, abrasado en la dura travesía que le espera. Él ha vuelto de nuevo a dejar la ventana abierta: “Si todo esto –ha dicho– hubiese sucedido en el 2020 en vez de en 2018, probablemente me hubiera presentado para liderar el partido”.
¿Cuestión de fechas o, más bien, de cálculo político? Cierto es que nadie en el partido y aledaños se acaba de explicar por qué Feijóo ha hecho lo que ha hecho. ¿Se trata de una estrategia a medio plazo? ¿Se trata de esperar el momento más propicio para presentar la candidatura, sin los escollos actuales que la hubieran podido hacer naufragar? Pero, ojo: en ocasiones el tren no pasa dos veces. ¡Cuántas veces segundos espadas terminan por desbancar al maestro! Es el riesgo que corre.