MENUDO temblor debió de sacudir a Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, pocos minutos después de la medianoche del sábado. Rosa Gallego, la María Pita de Hierro, había reconocido, el viernes, después de que volase la cubierta de Riazor, que no sabía a qué esperaba el alcalde para dimitir, “a que se caiga la Torre de Hércules”. Y, ¡zas!, ¡mouchos, coruxas, sapos e bruxas!, cayó un rayo sobre el faro que afortunadamente solo fundió la linterna, no movió ni una sola piedra, no causó daños en la estructura, pero el susto que se llevó el Príncipe de las Mareas fue tremendo. El día ya había ido calentito y para rematarlo, una treboada de las gordas. Cuatro horas después, la Autoridad Portuaria ya había reparado la avería; menos mal que no era competencia del Ayuntamiento porque si no se habría anunciado que el servicio se restablecería de manera inminente y el próximo invierno la Torre ya se había convertido en el faro más antiguo del mundo en no funcionamiento.