Al escribir recordaba aquel poema del Apóstol de América José Martí “Cultivo una rosa blanca”, uno de los poemas más célebres del escritor y político cubano que pone el valor de la amistad y la importancia de cultivar el amor sincero y puro. Por ello estas letras van por ti, Fernando Amarelo de Castro, amigo.
Mientras escribo este párrafo, hay de fondo una canción, “Cuando un amigo se va”, de ese cantante argentino, Alberto Cortez, donde el estribillo repite en la canción “queda un espacio vacío”. Nos despedimos cuando cumplí años en el mes de noviembre de 2016, allí en tu casa de Ferrol. Pudimos comer juntos con tu amada esposa María del Carmen. Dentro de mí sentía tristeza, y algunas veces ganas de llorar, porque sabía que era la última vez que nos veríamos. Gracias por tantos consejos como un padre. Fuiste el caballero que me dijo SÍ cuando te solicité que hicieras la introducción de mi libro “Manuel Fraga, un gallego cubano. Fidel Castro, un cubano gallego”, prologado por el presidente de la Xunta Alberto Núñez Feijóo.
Corría febrero de 1990 y el carismático e histórico político de España D. Manuel Fraga Iribarne ganaba las elecciones gallegas; sería el quinto presidente de la Xunta de Galicia en la democracia española con un 44,20% de los votos y 38 escaños. Llegaba la hora de internacionalizar Galicia.
El presidente Fraga Iribarne no se equivocó al escoger a un hombre sencillo, cercano por esa sonrisa atrayente para cada persona según sus características, Don Fernando Amarelo de Castro, secretario xeral de Relacións coas Comunidades Galegas. Su nombramiento es publicado en el Diario Oficial de Galicia, número 45, un lunes 5 de marzo de 1990, Consellería da Presidencia e Administracións Públicas.
Llegaba el hombre de la “Galleguidad”, un sentir vivo extendido por todo el mundo. Desde Alaska a Ushuaia. Desde Hammerfest hasta Cape Town. Desde Compostela a Sidney, en mi caso muy particular le dije un día eres el “decano de la emigración”, donde les recomiendo leer el libro de Amarelo “A galeguidade un sentimiento común”.
A Fernando Amarelo de Castro le viene la sensibilidad por la emigración, por ser nieto de un emigrante en Cuba, por eso digo que nadie entenderá la emigración mientras no la sufra en carne propia, por eso Fraga sí tenía ese recuerdo como hijo de emigrantes en Cuba, y tuvo la sensibilidad junto a Amarelo de organizar los programas de ayudas para los emigrantes gallegos, hijos, nietos para el exterior, y fui yo uno de los beneficiarios de dichos programas.
Recuerdo que la primera visita que realizó Manuel Fraga Iribarne al exterior fue la perla del Caribe –Cuba– en septiembre de 1991, y Fernando Amarelo, junto al Gallego Fernández, que era vicepresidente del Consejo de Estado, lograron revivir todo aquello como el Centro Gallego de La Habana, Rosalía de Castro, Artística Gallega, Sociedad de Ortigueira, etc.
Fernando Amarelo de Castro, me recuerda a Phileas Fogg la obra de Julio Verne que se publicó en honor al noble inglés, que tenía un globo, y su tiempo límite eran 80 días (no confundir con Wily Fog). Pude preguntarle a Amarelo la estadística de sus viajes, por ejemplo incursionó a Cuba cerca de 28, y al área de la plata 70 viajes, muy fácil se dice, pero todo eso costó mucho trabajo, constancia, y tesón.
No podemos olvidar el I “Encuentro Mundial da Galeguidade”, presidido por Fraga, que reunió a 12.000 emigrantes gallegos del exterior el 6 agosto de 1993 –Año Xacobeo– y se celebró en Santiago de Compostela, plaza de la Quintana, donde taquigráficamente podemos leer síntesis de Fraga y Amarelo de Castro.
Fraga derrochaba con emoción estas palabras entrecortadas “recordar con agradecimiento a los que generosamente lucharon por Galicia, desde su particular ‘refugio’ en el extranjero, que ayudaron a construir la Galicia de hoy” y a “hacer la Galicia del futuro”. Ni siquiera la distancia pudo impedir la aplicación de planes y programas concretos de actuaciones en favor de la galeguidade.
Fernando Amarelo vaticinó que este “I Encuentro Mundial da Galeguidade” no sería “el único”, sino que sería “el inicio de una serie de concentraciones periódicas que sirvan para ensalzar y reconocer públicamente la labor de la Galicia exterior en favor de su tierra”.
Con timidez conocí a Fernando Amarelo de Castro en 1998. Fue durante la visita de Manuel Fraga Iribarne a Cuba, fue en los salones del Centro Gallego de La Habana. Allí pude saludarlo y conversar por breve sobre mi Club de Natación Rosalía de Castro. También estaba con la ilusión de volver para Galicia; fue un viaje marcado en mi vida.
Hoy recuerdo a viejos amigos ya muertos que siempre me hablaban con orgullo de Amarelo, como el Dr. Jesús Barros López, jefe de la Oficina Administrativa de la Xunta de Galicia; Juanito, presidente del Rosalía de Castro; Ildefonso Diéguez Vázquez, presidente de los ayuntamientos de Taboada, Chantada y también presidente de la Federación de Sociedades Españolas de Cuba; perdón si me olvido de algún amigo.
Hoy siguen gracias a Dios vivos amigos de Fernando Amarelo que le recuerdan con nostalgia de aquellos viajes y encuentros. No puedo dejar pasar por alto al buen amigo Domingo Regueiro, presidente de Ferrol y su Comarca; Alfredo Gómez Gómez, presidente de Naturales de Galicia; Felipe Cid, escritor; Roberto Ogando Zas, presidente del Centro Unión Orensana; el corresponsal de España para el Exterior, el Dr. Manuel Barros del Valle; Julio Ramón Santamarina López, de la Artística Gallega; Enrique Repiso, jefe de la Oficina Delegada de la Xunta de Galicia; y Sergio Toledo Bueno, presidente de las Sociedades Gallegas en Cuba.
Siempre digo que los humanos nos recordarán por el amor que podamos brindar, y me recuerda 1 Corintios 13. Amarelo de Castro dejó sembradas esas semillas que hoy brotan con el tiempo.
Tengo en mis manos un libro un poco empolvado titulado “Presencia eterna de Gallegos en La Habana”. Su portada es el mar, la ruta de esos trasatlánticos cargados de emigrantes gallegos a Cuba, pero la obra trata sobre los panteones de las diferentes sociedades gallegas en el cementerio de Colón de La Habana, que están divididos por provincias y municipios de Galicia, ubicado en la céntrica esquina de 12 y 23, en La Habana. Este cementerio es conocido a nivel internacional por sus nobles valores históricos, artísticos y arqueológicos. Este trabajo fue ver las condiciones de cada bóveda, su historia en su construcción, el poder recordar a los que no están.
Y por último la visita del Papa Juan Pablo a Cuba en 1998 marcó ese camino misterioso para la llegada del “cruceiro”, esa tipología gallega, que fue minuciosamente realizada por la Escola de Canteiros de Pontevedra. El mismo descansa en la plaza San Francisco de Asís –centenaria–, y a pocos pasos de la bahía habanera que tanto ir y venir de embarcaciones y viajeros ha observado a través del tiempo.
Su escultor, Enrique Velasco, recordó que el monumento incorpora las imágenes de San Cristóbal y Santiago, los patrones de la capital de Cuba, además de San Antonio, San Francisco, y la Inmaculada Concepción, patrona de la catedral de la ciudad. Y fue Fidel Castro Ruz quien escogiera este lugar, porque recordaba a los emigrantes gallegos y españoles que transitaban por esta plaza al llegar a Cuba, por estar cerca del puerto de La Habana.
La pieza escultórica fue donada por el sr. Manuel Fraga Iribarne, presidente de la Xunta de Galicia, en colaboración con la Oficina del Historiador de La Habana Vieja, y fue inaugurado por el sr. D. Fernando Amarelo de Castro. A dicho acto asistieron el Dr. Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana Vieja, junto al embajador de España, sr. D. Eduardo Junco Bonet, en el año 2000.
¿Cómo olvidarte Fernando? Pero sería injusto no recordar otros amigos de Fernando Amarelo de Castro de la Secretaria Xeral de Emigración, a mis buenos amigos Aurelio Miras Portugal, Santiago Cambas, Antonio Rodríguez Miranda, Argimiro Ríos Iglesias, Juan Jesús Castellano Herrero, Ildefonso de la Campa, etc. Muy especial a nuestro presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el hombre que continúa los pasos de Manuel Fraga en el exterior.
El autor es escritor cubano afincado en Madrid