Increíble ha sido la campaña de elecciones primarias internas en el PP: llena de vídeos misteriosos aparentemente sin paternidad, con alguna amenaza a compromisarios y menos que veladas advertencias a ciertos candidatos ante las municipales y autonómicas, algo así como “si sale el/la otro/a, despídete de la candidatura, así que más vale que votes al mío”. Yo diría que, ejem, hay ciertas cualidades que a mí me gustarían en la política española que han brillado por su ausencia. Como no ha brillado tanto, pero también ausente ha estado, un debate ante las cámaras de televisión de los dos finalistas ante la definitiva elección en el congreso extraordinario del PP este sábado.
Lamentable, sí, pero, al menos, primarias –tan denostadas por este partido hace unos meses– haberlas, las ha habido. Y me parece democráticamente sano. Yo creo que deberían hacerse obligatorias en todas las formaciones políticas; tal vez, cuando todas ellas se acostumbren a pasar por el molesto trámite, podamos conocer mejor a los candidatos a representarnos.
Si el Partido Popular no ha sabido dar la lección de transparencia, equidad y juego límpido que de él esperábamos en los días pasados, confiemos en que sí lo haga en las jornadas congresuales y, lo que es más importante, después. Gane quien gane, Soraya Sáenz de Santamaría o –como en este cuarto de hora parece más probable, aunque a saber– Pablo Casado. Cualquiera de los dos puede ser un excelente timonel de un barco, con matrícula del PP, que hoy va claramente a la deriva, y restablecer un rumbo coherente. Porque al PP lo necesitamos para reequilibrar, denunciándolos, los excesos del partido hoy en el poder, para sugerir soluciones nuevas y también para apoyar al Gobierno socialista allá donde los españoles, para evitar males mayores, necesitamos que les apoyen.
Porque hoy, con el despiste que le ha entrado a Ciudadanos, con el PP pensando en otra cosa, mientras Podemos solo atiende a lo suyo –y sé y lamento algunos problemas personales en esta formación– y los secesionistas catalanes andan en el duelo a garrotazos, la verdad es que Pedro Sánchez y sus muchachos pueden enseñorearse del campo. España necesita una derecha moderada que equilibre la balanza política y contenga a otra derecha, muy diferente y mucho menos democrática, que ha empezado a sacar la patita de debajo de la mesa aprovechando el hueco dejado por el marianismo.
No, no ha habido debate de programas ni de ideas en estas primarias tan desaprovechadas para construir y, en cambio, tan pésimamente desperdiciadas para destruir. Ahora, que gane el mejor, una vez que quien a muchos les parecía el mejor no ha querido concurrir a esta “melee”. Que gane el mejor... pero que sea para bien, que, tras tanto tiempo parados, hay mucho por hacer.