Míchel Salgado, Míchel de Vigo para entendernos, era un jugador al que chuleaba Fran cada vez que se enfrentaban. Ganó pasta vestido de celeste y de blanco y emparentó bien –se casó con una hija de Lorenzo Sanz, aquel presidente del Madrid al que relacionaban con Fuerza Nueva–. Se asoció con Karpin y casi acaba debajo de un puente –el de Rande, por ejemplo–. Se recuperó en Dubai a base de cobrar petrodólares entrenando a hijos de jeques y ahora ha fichado por el Gibraltar United para trabajar como director deportivo. ¡Qué puntería!, justo cuando llega el Brexit, se va al Peñón. Habrá que recurrir a él como analista.