Cosas que incomodan

Hay quién llama cambio de época a lo que está ocurriendo. Lo que sí es cierto es que hoy ninguna cuestión política, económica, social o cultural puede ser analizada aisladamente. Hoy todo tiene que ver con todo.

Es obvio que no resulta fácil identificar las diversas causas que originan los problemas de nuestro tiempo, pues además de ser muy complejas existe un genuino interés de los poderes fácticos en alimentar la confusión; y lo peor no está en lo que desinforman, sino en lo que silencian. 

Lo irónico de todo esto es que sucede cuando hoy existe la posibilidad de buscar información alternativa a través de la Internet, pues a pesar de todos sus defectos es el único medio democratizado; bien es cierto que no todos saben separar el grano de la paja. Aunque eso sería otro tema.

Pero a lo que íbamos. Es verdad que en los últimos 300 años el motor de cualquier cambio  tecnológico y económico se originó en el mundo occidental. Pero eso parece estar cambiando, pues todo indica que la emergente China recogió el testigo. 

Es cierto que en el pasado se utilizaban las guerras o la presión militar para frenar o aplastar a los competidores. Pero hoy eso sería una locura. Desde que aparecieron las armas nucleares ese camino dejó de ser alternativa, porque de utilizarse nadie viviría para contarlo; todo quedaría arrasado en pocas horas. Como dijo alguien, nuestro final sería tan rápido que ni siquiera nos daría tiempo a sentir miedo. 

La realidad es que el mundo occidental se enfrenta a una situación complicada, de eso no hay ninguna duda, tanto que algunos ya se hacen la pregunta del millón. ¿A quién le venderá Occidente sus coches, sus aviones, sus trenes, sus teléfonos inteligentes y otros productos cuando las empresas del gigante asiático acaben por acaparar la mayor parte del mercado global?

De momento los chinos ya están liderando la tecnología 5-G,  los coches eléctricos, los trenes de alta velocidad y las energías renovables. Y se dice que en unos pocos años más también serán unos fuertes competidores en la aeronáutica civil. Para empezar ya están construyendo, en asociación con empresas rusas, un avión comercial de fuselaje ancho, el CR929, para cubrir largas distancias, al mismo tiempo que aceleran el desarrollo de su industria aeronáutica doméstica. Lo que significa que también en ese campo se convertirán en otro gran dolor de cabeza para los grandes fabricantes occidentales como Boeing, Airbus y otros.

Algunos comparan a los chinos con aquella histórica selección de fútbol holandesa que los comentaristas en su día llamaron “La Naranja Mecánica”, donde los jugadores atacaban todos y defendían todos. Sea correcta o no la comparación, la cuestión es que las empresas occidentales se van a enfrentar a una competencia colosal, una competencia nunca antes vista y que está asustando a Europa.

Es posible que fuera el miedo el que obligó a los europeos a firmar un acuerdo de largo alcance con China, el llamado Acuerdo Integral de Inversiones (CAI, por sus siglas en inglés). La idea –dicen en Bruselas– es atraer inversiones chinas a una Europa que se rumorea que va a quedar económicamente muy tocada después de  la pandemia.

La realidad es que en Bruselas sienten temor de verdad. Aunque a ciencia cierta no sabemos si es porque los chinos acaban de firmar el acuerdo comercial más grande del mundo, el RCEP, que engloba a un total de 14 países asiáticos y que está compuesto por los 10 del bloque ASEAN; 2 anglosajones, Australia y Nueva Zelanda; y Japón y Corea del Sur. O bien el miedo es porque saben que en Washington van interpretar el acuerdo chino-europeo como un acto de deslealtad; bien es verdad que tampoco se pueden esperar gran lealtad de una Unión Europa que hace tan solo unos meses algunos de sus miembros fueron capaces de robarse unos a otros los cargamentos de mascarillas y otros insumos sanitarios que venían de China.

Los expertos dicen que es normal lo de andar “a codazos” entre países cuando aparece otra potencia compitiendo por los mercados y los recursos. Una potencia que, según ellos afirman, muy pronto, nos guste o no, va a tocar el primer violín en la economía mundial. 

Cosas que incomodan

Te puede interesar