Mi óleo coruñés

Tengo la suerte da vivir en le ciudad más hermosa del mundo. En La Coruña, mi exitencia ha discurrido en ella-salvo paréntesis lógicos de estudios universitarios, hacer la mili y prepara oposiciones-y espero que alguien me cierre los ojos y acompañe a San Amaro donde me aguarda habitación confortable cara al canal del puerto donde atraca la tarde. Pero he sido un privilegiado gracias al óleo que contemplo todos los días al despertarme. No dudo que para otros haya ciudades más bellas, Venecia, París,Budapest... 
En el libro de los gustos nada es definitivo y los análisis son subjetivos. Y proporcionales en esencia, añado. Muchas veces el autor dramático o el narrador intentan por todos los medios que sus personajes sean seres vivos; en cambio la naturaleza-por derivación las artes plásticas, pintura y escultura-luchan por hacer que vivan. Tal me pasa al despertarme y subir la persiana. La ventana se transforma en marco por donde encuadro la ensenada del Orzán-Riazor, sus peñas amigas, sus aguas frías, sus brisas que ondean las banderas de la coraza. Atlántico, Cantábrico, Torre de Hércules, Monte de San Pedro y el Milenium fallido donde el popular alcalde Paco Vázquez dejó hu ella...
Mi óleo está ahí. Indescifrable. Maravilloso. Cálido y sereno o endemoniado y rompedor “asegún” sople la borrasca y el oleaje. Estos caracteres subyacen en nuestras playas  y mares pero la magia del arte transforma la naturaleza haciéndola un frankisten pueblerino con mayor valor al pasar del mundo real al ideal. Eterna estancia en casa. Buscando el tiempo evaporado. Desde mi atalaya compruebo la perfección lograda por este impactante óleo. Y también la afinidad. Cortesía. Entrega. Comprensión. Naturaleza que encuentra siempre nuevos bríos para alzarse platónia a la intemperie. Es el fragor del mar panteísta que me domina. Confieso mi pecado de adulterio inmoral y constante con La Coruña... 
 

Mi óleo coruñés

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