ALGO MÁS QUE UNA MANIFESTACIÓN

Quiero pensar que quienes se manifestaron ante el hospital La Paz y corearon consigas contra la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, allí internada luego de un grave accidente de moto, no era personal sanitario, sino “gentes que vienen de la izquierda radical” y “buscan la alteración permanente”, tal como ha manifestado el portavoz del Gobierno regional madrileño, Salvador Victoria.
Prefiero pensar que se trata de esa “chusma” que hoy se pone la bata blanca, pero que mañana cambia el color de la camiseta de turno, distintiva de otra reivindicación, y que peregrina de una manifestación a otra sin mayor conocimiento de lo que en una u otra se debate.
Prefiero pensarlo, pero no las tengo todas conmigo. Cabe que así sea. Pero muy mucho me temo que no pocos de los vociferantes ante el hospital madrileño fueran trabajadores del centro y, más en concreto, del sector que lleva tiempo comportándose de forma similar en protesta contra las políticas sanitarias y no sanitarias de la derecha tanto en aquella comunidad como a nivel nacional. Un comportamiento, por cierto, ante el que los políticos o los líderes de opinión supuestamente más moderados tampoco se enfrentan con la contundencia que sería deseable cuando de muestras de violencia verbal o física se trata.
Y es que no todo vale. Todo debe tener un límite. A mi, desde luego, si fuera un personalidad relevante en el ámbito del Partido Popular, no me gustaría caer sanitariamente en manos de algún miembro de ese colectivo que se manifiesta haciendo alarde de inhumanidad y de desprecio por la vida humana cuando uno no es de su cuerda.
Por eso estoy con quienes sostienen que no estaría de más una investigación inmediata de la manifestación y amonestar a los que de forma tan contraria a los principios básicos de la medicina supuestamente usaron su condición de empleados públicos. Por eso muchos pueden legítimamente plantearse si ese personal que sobrepone sus posiciones políticas a su deber profesional puede trabajar en la sanidad pública.
De todas formas, bien sean “chusma” peregrina, bien gentes venidas de la izquierda radical, bien personal sanitario incumplidor de sus más elementales deberes, unos u otros han mostrado el peor rostro de España. El del cainismo más sectario que se pueda imaginar. El de un sector de la izquierda no tan minoritario como se quiere hacer creer, que vive instalado en una intolerancia que va mucho más allá de la lógica confrontación política e ideológica, hasta terrenos en los que el adversario es despreciado y se convierte en enemigo; un enemigo contra el que todo vale. Lo hemos visto también en alguna desafortunada y extemporánea reacción sindical a raíz de la muerte de Rosalía Mera.

ALGO MÁS QUE UNA MANIFESTACIÓN

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