Dos eventos políticos en ciernes darán la primera clave de la eventual alianza o colaboración electoral entre el Partido Popular y Ciudadanos. Por una parte, las elecciones en Cataluña anunciadas por Torra y por otra, el congreso que los próximos 14/15 de marzo celebrará Ciudadanos, del que se espera que Inés Arrimadas salga investida como nueva presidente del partido en sustitución de Albert Rivera.
Dos escenarios todavía en el aire, por lo que todo lo que por ahora pueda conjeturarse al respecto no pasa del ser un proceso de intenciones, fundamentado, eso sí, sobre el decidido convencimiento de los líderes de una y otra formación de que el momento actual requiere colaboración mutua. De momento, pues, se trataría sólo de un calentamiento de motores y de dar un margen de tiempo para un proceso complejo y que, como otros muchos, no cristaliza de un día para otro.
El acuerdo, si llega, no habrá de ser fácil. En primer lugar, por la oposición frontal del sector crítico de Ciudadanos, con Francisco Igea al frente, dispuesto a dar la batalla congresual contra Arrimadas, incómodo como está él con el pacto con el PP que le ha llevado a la vicepresidencia de Castilla y León y que sigue suspirando por un entendimiento con el Partido Socialista. Veremos qué queda de todos ellos si salen o no escaldados del congreso.
En segundo término, habrá que comprobar también con qué ínfulas o pretensiones va a llegar Ciudadanos a la negociación. Hasta ahora, ha sido un socio incómodo e incordión, supremacista y exigente de más allí por donde ha pasado. Con Arrimadas el partido parece estar en este sentido más suave que con Rivera, hasta el punto de no mostrarse cerrado a que el cabeza de la posible lista unitaria en Cataluña pudiera ser otro que la flojita Lorena Roldán.
A mayores, si Ciudadanos no aporta flujo notable de votos, ni estructura territorial, ni cuadros dirigentes de relieve, dígase para qué le quiere el Partido Popular. No falta –creo- razón a Feijoo cuando quiere saber muy poquito de la alianza formal en Galicia, entendedor de que, como dice el enunciado popular, más vale estar solo que mal acompañado. Puertas abiertas, todas, pero poco o nada más. Génova al final lo ha comprendido y asumido.
Como telón de fondo, no habrá que olvidar que las autonómicas en Galicia, País Vasco y Cataluña están llamadas a tener una importancia estratégica más allá del propio resultado de las respectivas urnas. Porque, tal como ha subrayado algún experto analista, tales elecciones marcarán el ritmo electoral de la legislatura y tendrán inevitable incidencia en unas próximas generales.
Y llegados a este punto, ya se sabe: mientras existan tres listas a la derecha del PSOE, seguiría gobernando Sánchez. De todas formas, el eventual bofetón en nuestra comunidad al presidente resonaría en toda España.